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28 noviembre, 2015

VIRGINIA WOOLF


Virginia Woolf, innovadora de la novela moderna

Virginia Woolf, escritora

Hace cien años que se publicó la primera novela  Fin de viaje , de Virginia Woolf, en la que aparece nítidamente el intento de la novelista por romper con la novela tradicional, por lo que es considerada una de las renovadoras de la novela moderna junto a figuras como James Joyce, Franz Kafka o Thomas Mann.
Virginia Woolf (1882-1941), novelista y crítica británica, se hizo famosa por su depurada técnica del monólogo interior de los personajes en el que intentaba plasmar los pensamientos e ideas que provienen del subconsciente y por su  exquisito estilo poético que fueron sus principales aportaciones a la novela moderna.
Su verdadero nombre era Adeline Virginia Stephen, hija de sir Leslie Stephen, distinguido crítico, biógrafo, filósofo  e historiador, Por ese motivo Virginia se educó en un ambiente culto y refinado, frecuentado por literatos, artistas e intelectuales.
A raíz de morir su padre, en 1905, se trasladó a vivir con su hermana Vanessa –quien se casaría más tarde con el crítico Olive Bell- y sus dos hermanos, en el barrio londinense de Bloombury, lugar que se convertiría en lugar frecuentado por librepensadores, y antiguos compañeros de estudios de sus hermanos, entre los que  se contaban intelectuales de  renombre como eran, el economista J. M. Keynes y los filósofos Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, y el escritor E. M. Forster, entre otros, además del propio Olive Bell, quien sería su cuñado, y el  economista Leonard Woolf con quien contraería matrimonio Virginia, en 1912, y adoptaría a partir de entonces su apellido. Grupo sería conocido después como el grupo de Bloomsbury. Los miembros del mismo tenían como nexo común en el plano intelectual la búsqueda del conocimiento y del placer estético,  a la que consideraban como el fin más elevado al que pueda aspirar el ser humano,  además  de hacer gala todos ellos de un patente anticonformismo político  estético y moral.
En 1917 fundó junto a su marido la editorial Hogart.Press, editorial que publicaría la que editó la obra de la propia Virginia y la de otros  famosos escritores, como T. S. Eliot, Katherine Mansfield, o S. Freud. Sus primeras novelas fueron Fin de viaje (1915) , Noche y día (1919) y El cuarto de Jacob (1922), en las que se hace patente la decisión de la autora de romper con las normas narrativas de la novelística inglesa anterior, sobre todo en lo relacionado con la hasta entonces obligada sujeción al argumento de los personajes y actos, y la correspondiente descripción de ambientes y personajes de la trama que era obligada,  técnica narrativa que se encontraba así encorsetada en dicha estructura rígida y fijada por los cánones literarios anteriores. Estos primeros intentos de novedosa técnica narrativa no recibieron apenas atención por parte de la crítica.
Fue a partir de la publicación de sus novelas siguientes La señora Dalloway (1925) y Al faro (1927), esta última novela considerada  clave del modernismo y de consagración de su autora en  la nueva novela del siglo XX, además de estar considerada como su obra más autobiográfica,  cuando consiguió el reconocimiento de la crítica que alabó la originalidad de su obra y sus recursos narrativos en los que la vida interior de los personajes es determinante para conseguir los efectos psicológicos gracias al uso de imágenes, metáforas y símbolos más cercanos a la poesía que a la narrativa. Todo la narración de cada una de sus obras se haya impregnada de la exposición de las emociones, ideas y sentimientos de los personajes que expresan, a través de un continuo monólogo interior que les concede tanto a los seres que habitan en esas obras como a las circunstancias normales y cotidianas, un matiz singular  que los convierte a unos y otras en seres y sucesos extraordinarios.
Ese interés proustiano por el tiempo y su devenir que tanto la influencia, se aprecia en la obra La señora Dalloway que transcurre en un lapso de tiempo de doce horas que se manifiesta en los continuos cambios que se van produciendo en el interior de los personajes y en su percepción que tienen ellos mismos, de quienes los rodean, y de su propios y personales mundos multifacéticos.
Las siguientes obras  ofrecen un estilo más afianzado y personal como son Las olas (1931) que es la que ofrece un estilo más sutil y depurado y presenta los continuos cambios en la vida interior de seis personajes, al igual que los flujos y reflujos del oleaje se producen esas oleadas preconscientes en la conciencia de aquellos, que van expresando en un lenguaje que nada tiene que ver con el tradicional y lógico de obras más convencionales, y de ahí su título;  y Orlando (1928) que está inspirada en la vida de su amiga Vita Sckville-West, también escritora, en la que la historia está aureolada de fantasía y su protagonista vive cinco siglos de la historia inglesa, pero, a su vez, es un agudo análisis del sexo, la identidad y la creatividad.
En su obra se advierte la desaparición  del argumento, la acción y la correspondiente intriga en el desarrollo de la trama, por lo que sus narraciones se basan y justifican en el deseo de mostrar la vida anímica, psicológica y mental de los personajes, en un continuo cambio que provoca la  inquieta vida interior y la siempre inaprehensible conciencia.
Se advierte en su narrativa una fuerte influencia del filósofo francés Henri Bergson, así como del escritor francés Marcel Proust, como se dice anteriormente, que la inclinó hacia profundizar en la idea del tiempo y sus múltiples vericuetos, así como de su propio marido, Leonard Woolf.
            Virginia Woolf no sólo escribió obras de narrativa, sino también biografías: una desenfadada narración de la vida de los Browning, cuyo narrador es su perro (Flush); y, otra, sobre el crítico Robert Fry (Fry). Además, escribió ensayos y en estos mostraba su preocupación por la condición femenina y el necesario apoyo social para construir y afianzar la identidad de la mujer, además de defender la aportación de la mujer escritora en su obra Una habitación propia (1929).
            Otros elementos valiosísimos para poder llegar a conocer a esta escritora son su correspondencia y diarios que fueron publicados después de su trágica muerte y que sirven de objeto de estudios tanto para los estudiosos de su obra como para los lectores que deseen conocer mejor la subyugante personalidad de esta escritora.
            Además de su obra de narrativa, ensayística y biográfica, fue una respetada crítica literaria. Fue una constante defensora de la condición femenina y las relaciones de la mujer con el arte y la literatura, tema que fue motivo de reflexión en algunos de sus ensayos, entre los que destaca, por la importancia que tuvo después para los movimientos feministas, Una habitación propia (1932) antes citado. También su obra de narrativa estuvo inspirada en el tema de la identidad femenina como es el caso de la enigmática obra Orlando (1928), en la que la condición masculina y femenina se confunden en la figura del noble protagonista que posee el extraño poder de transformarse en mujer a su voluntad y volver a su condición masculina según su deseo.
            Algunas de sus obras han sido llevadas al cine y su propia vida también protagonizada por Elizabeth Taylor y Richard Burton, en la que se ofrece la tormentosa relación del matrimonio Woolf, que no parece reflejar la realidad vivida por Virginia y su marido, sobre todo después de leer su correspondencia y la carta que dejó explicando su deseo de morir.
            El 29 de marzo de 1941, en plena crisis de la enfermedad mental que padecía desde hacía años, quizás manifestada a raíz de la prematura muerte de su madre cuando Virginia sólo tenía trece años, y por la que había sido ingresada en varias ocasiones a lo largo de su vida, salió de su casa de campo y desapareció hasta que fue encontrado su cadáver , días después, en el río Ouse en el que había muerto ahogada en un deseo de acabar con su vida, tal como dejo escrito en unas cartas dirigidas a su marido y a su hermana, explicando los motivos. No era la primera vez que lo había intentado, pues días antes había regresado a su casa con la ropa mojada y  con la excusa de que había caído en el río accidentalmente. Ese día, quizás, no tuvo valor para llevar a cabo su letal propósito que consumó días después.
            El motivo de su suicidio está explicado en su carta de despedida a su marido con el que no tuvo hijos por decisión de la pareja ante los problemas mentales de la escritora diagnosticada como bipolar. Su carta es expresiva y clarificadora al respecto, pero es mejor que la escritora lo explique:
            Querido:
Estoy segura de que me vuelvo loca de nuevo. Creo que no puedo pasar por otra de esas espantosas temporadas. Esta vez no voy a recuperarme. Empiezo a oír voces y no puedo concentrarme. Así que estoy haciendo lo que me parece mejor. Me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todos los aspectos todo lo que se puede ser. No creo que dos personas puedan haber sido más felices hasta que esta terrible enfermedad apareció. No puedo luchar más. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y sé que lo harás. Verás que ni siquiera puedo escribir esto adecuadamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte que… Todo el mundo lo sabe. Si alguien pudiera haberme salvado, habrías sido tú. No me queda nada excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo.
No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que lo hemos sido nosotros.
V."
Su trastorno mental que se manifestó desde la muerte de su padre, el incesto del que fue víctima por parte de uno de sus hermanastros, su propia condición de mujer en una época en la que ésta estaba irremediablemente  relegado a su función de ama de casa y madre de familia sin ninguna proyección social ni intelectual, a pesar del triunfo y del éxito del que Virginia Woolf disfrutó pese a no haber podido asistir a la Universidad, porque esa oportunidad se la dieron a sus hermanos varones, pero ni ella ni su hermana recibieron estudios universitarios; además de una latente homosexualidad nunca confesada por la escritora, pero la que parece ser la explicación de su amistad íntima y sensual con la escritora Vita Sckville-West que, aunque nunca fue demostrada, hay indicios de que tuvo un carácter mucho más sentimental y sexual del que la mera amistad entre mujeres puede hacer pensar, como así reconoció un hijo de Vita que afirmaba que su madre y Virginia Woolf fueron amantes.
Todos estos elementos fueron determinantes para que una mujer que gozaba del triunfo, del reconocimiento de la crítica y del público y de una desahogada posición social y económica, la llevaran hasta el punto en el que no podía seguir viviendo porque se consideraba un lastre para su marido a quien, a pesar del amor que le confesaba, llegó a agredir físicamente en algunas de sus crisis nerviosas. Todo esto la llevó hasta la muerte voluntariamente, porque en ella podría encontrar la paz y el descanso que le eran negados en una vida en la que, a pesar del oropel que la rodeaba, se sentía sólo una mujer en un mundo de hombres como una figura delicada y frágil, inmersa en una sociedad cuyos valores estéticos y morales le parecían obsoletos y hechos sólo para el disfrute de los varones a costa de la renuncia a la realización intelectual y personal de toda mujer que, a pesar del reconocimiento del extraordinario talento que Virginia Woolf tenía, y por eso mismo, era consciente de que tenía unos raros  privilegios que disfrutaba y que le eran negados a la inmensa mayoría  silenciosa de las mujeres a las que quería dar voz en la lucha por su propia identidad femenina que la convirtió en una adalid del movimiento feminista y a formar parte del parnaso de los escritores más importantes del siglo XX.

Bibliografía:
Virginia Woolf: la vida por escrito, Irene Chikiar Bauer, Taurus, 2015  (La mejor biografía de esta autora, escrita en español y la más completa. De Imprescindible lectura).
“Virginia Woolf, una biografía corta” , Nigel Nicolson (Ed. Mondadori).
“Virginia Woolf, una biografía”, Quentin Bell (Ed. Lumen).





30 mayo, 2015

PATRICK MODIANO

Patrick Modiano, Premio Nobel de Literatura 2014


            Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt, 1945) recibió el Premio Nobel de Literatura 2014, en octubre del pasado año, concedido por la Academia Sueca en Estocolmo, "por el arte de la memoria con el que ha evocado los destinos humanos más inasibles y descubierto el mundo de la ocupación". Dos días antes a la concesión de dicho galardón, Modiano negaba, con su sempiterna y sencilla amabilidad, la hipótesis de su candidatura al Premio Nobel de Literatura, aunque al final se alzó como ganador contra todo pronóstico porque no estaba en la lista de los favoritos, quizás porque su candidatura contaba con el obstáculo de la todavía reciente elección del también autor francófono J.M.G. Le Clèzio para el mismo premio.

Modiano es descendiente por línea paterna de una familia de judíos italianos que se había traslado a Salónica, ciudad desde la que emigró a París. Su madre era la actriz belga Luoisa Colpijn, conocida como Louisa Colpeyn que empezó a triunfar en la época de la ocupación nazi. Sus padres contrajeron matrimonio en 1944 y se conocieron durante la ocupación alemana de Francia, motivo por el que tuvieron que ocultarse. El matrimonio terminó separándose y su madre, después de varias relaciones sentimentales, acabó uniéndose a Jean Cau, quien había sido secretario personal de Jean Paul Sartre.

Cuando estudiaba en el Liceo Enrique IV de París recibió clases particulares de Geometría del escritor Raymond Queneau, amigo de su madre y miembro fundador del Oulipo  y autor de Zazie en el metro, encuentro que fue crucial para su carrera literaria posterior. Aunque terminó el bachillerato en Annecy, no realizó estudios superiores. Precisamente, fue Queneau testigo de la boda de Modiano con Dominique Zerhfuss, nacida en Túnez, celebrada el 12 de septiembre de 1970. De dicho matrimonio han nacido dos hijas, de las que habla en su obra El libro de familia, y Marie (1978).

Patrick fue el primer hijo del matrimonio. Su hermano, nacido en 1947 y fallecido en 1957, fue una figura importante y decisiva en todas sus obras publicadas entre 1967 y 1982, ya que su prematura muerte significó el final de la infancia del entonces futuro escritor. Esa muerte y las problemáticas relaciones que mantuvo con sus padres con ausencias constantes de sus progenitores: la su padre por sus negocios y la de su madre por las continuas giras, fue la causa de que Patrick viviera en su juventud en un perpetuo "exilio interior", rotando entre diversos internados en los que encontró siempre la soledad y la infelicidad, las que se agudizaron con la prematura muerte de su único hermano y fiel cómplice de su desventura.

Todos esos conflictos internos son la savia de la que se nutre la obra modiana y quizás el origen de ese distanciamiento e indiferencia en sus narraciones que transcurren siempre en París, ciudad que fue testigo y escenario de su propia infancia y adolescencia desamparadas y que nunca abandona, ya que Modiano es poco aficionado a viajar. Su propia vida discurre entre dos o tres barrios de Paris, ciudad en la que deambulan sus personajes siempre perdidos en sus contradicciones, inconformistas e inadaptados, que parecen buscar su propias raíces en la oscuridad de sus propios destinos infortunados.

A través de toda la obra de Modiano se advierte que ha escrito una "contra historia" de ciertos barrios de París en los que han sucedido muchos e importantes hechos reales trágicos e históricos. El afán del novelista parece rastrear las huellas de personajes nada claros y sí muy ambiguos que parecen reflejar en sus actos, a modo de trasuntos de aquéllos, las sombras de otros personajes que protagonizaron hechos o sucesos históricos y trágicos, ya fuera durante la ocupación alemana, bien en la guerra de Argelia, o durante las muchas y diferentes crisis sociales y políticas de Francia, sumida en las contradicciones que origina la propia crisis de identidad nacional.

La primera novela de Modiano, El lugar de la estrella, en 1968, fue publicada por la Editorial Gallimard, después de haber leído su manuscrito a Raymond Queneau. A partir de ese momento se dedicó únicamente a escribir. Otras novelas suyas y que son referentes en su obra fueron Una juventud y también En el café de la juventud perdida. Esta última es a modo de memoria, o crónica del 68 francés y de sus ecos, pues cuenta la historia de un bar de poca monta de París en el que se reunían supuestos poetas malditos,activista políticos, más o menos exaltados; soñadores, utópicos, policías secretos,desencantados varios del sistema y un largo etcétera. El desencanto que provocó el final del llamado Mayo del 68 es uno de los temas recurrentes que aparece constantemente en la obra de Modiano, quien fue testigo privilegiado de aquellos convulsos años de revuelta.

Su novela Una juventud tiene puntos de coincidencia con El café de la juventud perdida, aunque de forma tangencial, pues ofrece la historia de dos chicos inadaptados que intentan sobrevivir y abrirse camino en un París inhóspito. La atmósfera en la que se desenvuelve la narración es un tanto negativa, densa y desesperanzada, aunque también sugestiva por las connotaciones de promesa incierta de un futuro soñado pero inalcanzable.

Otras obras de Modiano son Un circo pasa, La hierba de las noches o Un pedigrí, una corta biografía de Modiano narrada en una voz que ofrece siempre un tono frío, casi indiferente y lejano de lo narrado, que fue catalogado como. "muy francés", por algunos críticos.

Otro de los temas fundamentales en su obra en la ocupación alemana de Francia durante la II Guerra Mundial, tema fundamental en sus novelas El lugar de la estrella, La ronda de noche y Los bulevares periféricos, obras que parecen anticipar su obra ya aludida En el café de la juventud perdida, obras que presentan un mosaico que va conformando el Paris ocupado por los alemanes en el que pululaban los nazis, oportunistas, miembros de la Resistencia, fascistas, estraperlistas y demás fauna variopinta que intentaban sobrevivir en una ciudad en la que la vida y la muerte estaban separadas por un delgado hilo siempre presto a romperse.

La figura paterna parece influenciar toda su obra por las resonancias que ofrece, empresario un tanto oscuro que se dedicó a comerciar con toda clase de bienes y servicios con el ejército de ocupación nazi, entre los que se contaban desde mercancías variopintas hasta hombres y mujeres, gracias a sus relaciones con toda clase de traficantes y policías que hicieron fortuna con el siniestro tráfico que realizaban con pericia.

El estilo de Mediano siempre es constante en toda su obra, en el que se definen indudablemente la indiferencia, el alejamiento y la frialdad narrativa que pone más de relieve la atrocidad de la época. Todas estas notas de distanciamiento narrativo se aprecian tanto en la estructura narrativa en sí misma como en las terribles escenas que narra con la frialdad y asepsia con las que un cirujano hunde el bisturí en el cuerpo del paciente. Modiano escribe sin mayores propósitos de enjuiciar moralmente, ni acentuar el tono en la tragedia, ni representar con exaltación la maldad de unos y la bondad de otros, sino que sólo intenta ofrecer un retrato que sea fiel reflejo de un lugar y una época siniestra. Consigue, por ese tono neutro, dotar a ese friso de elementos dispares de personajes, lugares parisinos y situaciones siniestras dotar a la narración de un encanto peculiar que atrapa al lector desde el primer momento, porque en él reconoce la sinceridad objetiva de un narrador que quiere mostrar una realidad sin juzgar, criticar o valorar lo que narra, función que deja al lector que, por eso mismo, se convierte en un
cómplice del autor que le ofrece un testimonio para que juzgue, reflexione y saque sus propias conclusiones.

Modiano es un autor que destaca dentro de los de su generación, como son, entre otros, Pierre Michon  Pascal Quignard,  o Le Clézio y, al igual que éstos, vive de forma muy independiente y volcado completamente en su trabajo en un céntrico y acomodado barrio parisino, llevando una vida tranquila y sencilla, huyendo de la vida mundana y mediática. Visitante asiduo de las librerías de viejo de su barrio y aledaños, en constante búsqueda siempre de los tesoros literarios a rescatar por un lector que sepa apreciarlos y rescatarlos del olvido, de ese olvido de la historia de una reciente época, trágica y convulsa, el que impide alcanzar a través de su obra y que consigue, como afirma la Academia Sueca:"por el arte de la memoria con el que ha evocado los destinos humanos más inasibles y descubierto el mundo de la ocupación".

Es motivo de celebración para los franceses y para los lectores de todo el mundo, conocedores de su obra excepcional, esta concesión del Premio Nobel de Literatura a un escritor singular que sabe recrear y ofrecernos unas inolvidables páginas en las que la vida transcurre con la autenticidad que sólo un escritor de extraordinario talento puede ofrecer.



30 octubre, 2014

JOHN BANVILLE

John Banville, Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014

Ana Alejandre
Jonh  Banville

La noticia de la concesión del  Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014, en su 34º edición a John Banville no ha sorprendido, pero sí ha entusiasmado a sus muchos seguidores, tanto en su país Irlanda, como en el resto del mundo donde tiene una gran audiencia entre los lectores que encuentran en sus obras -unas, firmadas con su nombre real y, otras, con el pseudónimo de Benjamín Black con el que firma sus obras del género policíaco o "negro"-,  la creación de unos mundos privados, íntimos, pero siempre inquietantes, sabiamente descritos y recreados y, al mismo tiempo, en las del género policíaco esos mundos se tiñen con tintes más oscuros para ofrecer aquellas zonas más sórdidas, peligrosas y deleznables del ser humano.

El Jurado destaca en su veredicto su "inteligente, honda y original creación novelesca, y a su otro yo, Benjamin Black, autor de turbadoras y críticas novelas policiacas", y concluye diciendo: "atrae y deleita por la maestría en el desarrollo de la trama y en el dominio de los registros y matices expresivos, y por su reflexión sobre los secretos del corazón humano".

Entre los otros 23 candidatos, todos ello autores de prestigio como son Haruki Murakami, James Salter o Ian MacEwan, además de los españoles Juan Goytisolo y Pere Gimferrer, ha prevalecido John Banville, quien demostró su emoción al conocer la noticia y especialmente que la entrega de dicho premio lo haría el que ya habría dejado de ser Príncipe de Asturias para convertirse en Felipe VI,  Rey de España.

El contenido humano que destila toda la obra de este autor es esencial en el valor literario de sus novelas, porque en ellas prima su escritura elegante, pausada, siempre certera en las descripciones de los sentimientos y del mundo íntimo y personal de los personajes que habitan sus obras; pero también hace hincapié en la necesidad de que la historia narrada ofrezca, además y sobre todo, un caudal de belleza sin el que la historia contada no tendría la calificación de la literatura, es decir, de arte. 

Sorprende a todo lector, por avezado que pueda ser, su capacidad de descifrar los secretos de la naturaleza humana y de describirlos con una honda sabiduría emocional que dota a sus personajes, siempre atrapados en dudas existenciales o en crisis personales e íntimas, de una total veracidad que llega a los lectores porque en ellos se pueden reconocer, ya que son seres auténticos, dotados de vida, de autenticidad y de una humanidad que traspasa las páginas para dejar una honda huella al lector.

Este premio de tanto prestigio tanto dentro como fuera de España, se une al recibido en 2005, el Premio Booker, por su novela El mar, además del Premio Allied Iris Bank Fictión por su obra Kepler. En 2011 también recibió el prestigioso Premio Franz Kafka,  galardón considerado como la antesala del Premio Nobel.

Banville, nacido eh 1945 en Wexford (Irlanda), ha sido un autor desconocido en España hasta 2007, aunque era un autor de culto para los lectores que lo habían descubierto. Fue en ese mismo año cuando creo el personaje de Benjamin Black. 

Además de crear sus propios personajes, ha recobrado al personaje de Philip Marlowe, creado por Raymond Chandler, en su última novela escrita con el pseudónimo Benjamin Black, La rubia de ojos negros, a petición de los herederos de Chandler.

En la prosa de Benville están manifiestas las referencia culturales, en las que el autor muestra todo el caudal de conocimientos de los mitos clásicos, pero además muestra siempre una carga de ironía pero no exenta de esa belleza, búsqueda constante de este autor para el que ésta última tiene que ser parte fundamental de su obra, y para ello siempre utiliza la expresión más genuina en la que pueda plasmarse aquella sin perder, por ello, la más exquisita depuración estilística y formal que convierten a todas sus obras en auténticas joyas literarias, en las que el humor negro siempre aparece matizando todas las situaciones narrativas. Por ello, se le considera uno de los grandes maestros de la literatura contemporánea y para algunos estudiosos es el verdadero sucesor de Nabokov.

Su serie de novela negra,  publicada con el pesudónimo de Benjamin Black, protagonizada por Quirke, ha obtenido un gran éxito de crítica y público -fenómeno que no suele coincidir casi nunca-,  ofrece títulos como El secreto de Christine (2007), El otro nombre de Laura (2008), En busca de April (2011), Muerte en verano (2012) y Venganza (2013), cuyos derechos han sido adquiridos por la BBC para llevarla a la pantalla en fechas próximas.

Su últimas novelas publicadas han sido una con su nombre real, Antigua luz, que en España fue publicada por Alfaguara en 2012; y, otra, la ya mencionada La rubia de ojos negros, también publicada por dicha editorial en 2014. Ha publicado casi una treintena de la libros, tanto con su nombre real como con el ya mencionado pseudónimo.

Antes de escritor trabajó en una compañía aérea. A partir de 1970 inició su colaboración con Irish Press, hasta 1995, año en que se cerró dicha publicación. Luego  comenzó como subdirector del Irish Times y también como editor literario hasta 1999. Actualmente colabora con The New York Times Review of Books. Además de su labor periodística también ejerce como crítico literario.

Para este autor el lenguaje es lo más importante, por lo que trabaja y cuida meticulosamente el texto escrito, porque según afirma lo demás como es la trama y los personajes "van por su lado". Afirma al igual que Chadler que el lenguaje es lo que marca el estilo y es lo primordial. 

Otorgarle el Premio Príncipe de Asturias de las Letras es el reconocimiento debido a un escritor que ha creado un universo personal, dotado de una gran  riqueza conceptual y con resonancias clásicas, que constituye un certero estudio de la condición humana a través del análisis de unos personajes que se debaten en sus propias contradicciones y en una sociedad como la actual en el que ser humano se encuentra más perdido y desorientado que nunca, pero sin renunciar por ello a la consecución de un estilo propio, de un lenguaje cuidado y siempre sugerente, y una constante y conmovedora belleza. 

13 mayo, 2014

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ


Escritor y periodista colombiano, uno de los mejores narradores del siglo XX, nacido en Aracataca (departamento de Magdalena), en 1927, aunque su familia se trasladó a Bogotá cuando era muy niño.

Comienza sus estudios universitarios en 1947, al matricularse en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Cartagena, pero sin tener verdadero interés por dichos estudios, por lo que se interesó por el periodismo, influenciado por su amistad con el médico y escritor Manuel Zapata Olivella. Comenzó a publicar a mediados de 1940 en varios periódicos locales sus artículos, cuentos y crónicas de cine. A raíz del asesinato del dirigente liberal Eliécer Gaitán, en Bogotá, y las consiguientes protestas que se produjeron por dicho motivo y la represión que éstas originaron, es cuando comenzó su colaboración, en 1946, en el periódico liberal de Cartagena de Indias, El Universal, como redactor. Entre 1948 y 1952 colaboró en El Heraldo de Barranquilla y a partir de 1952 en El Espectador de Bogotá. A partir de 1953, colabora con el periódico El Nacional y en sus textos se refleja una permanente capacidad expresiva y un estilo propio y personalísimo en el que se puede encontrar, tal como él mismo confiesa, la fuerte influencia de las greguerías de Ramón Gómez de la Serna. 

Comienza publicando una novela breve, La hojarasca (1955), en la que aparecen también las resonancias del escritor norteamericano William Faulkner. Fue destinado, entre 1959 y 1961, como representante de la agencia de noticias cubana La Prensa en Bogotá, La Habana y Nueva York. Por sus ideas políticas se enfrentó al dictador Laureano Gómez y también se opuso a su sucesor, el general Gustavo Rojas Pinilla, por lo que se vio obligado a pasar las décadas de 1960 y 1970 en un exilio voluntario tanto en México como en España.

Al igual que otros escritores del boom de la literatura latinoamericana, fue defensor de la Revolución Cubana y, a pesar de que muchos de ellos abandonaron su defensa de Fidel Castro y su política, García Márquez siguió apoyando a Fidel Castro y continuamente participó en diversas polémicas en la prensa con otros escritores, además de participar en diferentes encuentros sobre la situación en Cuba, especialmente en lo relativo a los derechos humanos.

A esa primera novela le seguiría la obra maestra El coronel no tiene quien le escriba (1961), novela en la que aparecen ya personajes que después volverían a surgir en Cien años de soledad (1961) y en 1962 la colección cuentos titulados Los funerales de Mamá Grande y la novela La mala hora. En estas obras se va perfilando un cambio en el estilo narrativo que va dejando atrás el barroquismo de su primera novela para asumir un estilo más puro y decantado que se encuentra ya en El coronel no tiene quien le escriba, más cercano al estilo un tanto lacónico de Hemingway. Muchos de sus relatos formaron parte de la grandiosa novela Cien años de soledad (1967) que le encumbró a la fama. Obra escrita en dieciocho meses, en su exilio en México, en la que aparece por vez primera el pueblo de Macondo, creación literaria de Gabriel Márquez en el que construye un universo narrativo de profundos ecos que cautivaron e influenciaron la narrativa de toda Latino América, obra en la que aparece la familia Buendía y en la que se advierten las obsesiones de su autor, influenciado por las leyendas y cuentos fantásticos que oía y leía desde niño y que le crearon en el imaginario un universo rico de imágenes que le acompañaron siempre. En ese pueblo imaginario se cruzan las fronteras de lo real y lo mágico, en una extraña fusión que crea un universo singular y único en el que se basa toda la narrativa encuadrada después en el llamado "realismo mágico", y que viene a ser como una crónica, condensada en ese mítico lugar, de los diversos países latinoamericanos; pero también como una metáfora del ocaso, del hundimiento de cualquier civilización que llega a su final, dándose cuenta de su inevitable derrumbe.

A esos títulos le siguieron El otoño del patriarca (1975), que es una novela en la que la trama está construida alrededor del poder y de la corrupción que del mismo deviene, seguida por Crónica de una muerte anunciada (1981), crónica novelada de un asesinato en una pequeña ciudad latinoamericana; El amor en los tiempos del cólera (1985), es una historia de amor que, aunque sigue las pautas normales de ese tipo de narración, ofrece sin embargo un fondo pasional sabiamente construido que crea una atmósfera narrativa en la que la violencia y el amor se dan la mano. Le sigue El general en su laberinto (1989), novela que narra la ficción de los últimos días de vida de Simón Bolívar, enfermo y despojado de su poder. Además, publicó los libros de cuentos La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972) y Doce cuentos peregrinos (1992). También publicó Del amor y otros demonios (1994) y Noticia de un secuestro (1997).

La obra de García Márquez ha sido reconocida en numerosos países por su singularidad, mezcla de realidad y fantasía, así como la originalidad de pensamiento y valentía que ofrecen sus textos periodísticos y de lo que es ejemplo Noticia de un secuestro (1996), un reportaje novelado sobre el narcoterrorismo colombiano que obtuvo un sonoro éxito. Publicó La bendita manía de contar (1998) y su autobiografía Gabriel García Márquez, y tomó la decisión de comprar la mitad de las acciones de la revista colombiana Cambio a fin de poner en práctica sus ideas sobre el periodismo. La primera parte de sus memorias, Vivir para contarla (2002), trata de sus años de infancia y juventud y los recuerdos de su Aracataca natal hasta 1955. En 2004 volvió a publicar otra novela, la última de su fructífera carrera literaria, con el título de Memoria de mis putas tristes, en la que narra la relación amorosa entre un nonagenario y una adolescente.

A lo largo de su vida, recibió innumerables premios como son como el Rómulo Gallegos, en 1973, y el Nobel de Literatura, en 1982. A raíz de recibir el Premio Nobel, recibió la invitación del gobierno colombiano para regresar a su país, y cuando así lo hizo realizó el cometido de intermediario entre aquél y la guerrilla.

Promovió la fundación de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (Cuba), en 1986, en colaboración con el cineasta argentino Fernando Birri, y participó en varios guiones cinematográficos, tanto en adaptaciones de sus propias obras, como en colaboración con otros escritores. Esta escuela está encaminada a la formación de realizadores del llamado Tercer Mundo y forma parte de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, que también promovió y de la cual fue presidente hasta su muerte.

Falleció el 17 de abril de 2014, a los 87 años de edad, en México D.F., país en el que llevaba viviendo más de 50 años. El mundo de las letras hispanas pierde así uno de los más grandes escritores, creador de atmósferas literarias sin parangón alguno, y un hombre sencillo que siempre estuvo al lado de los más desfavorecidos y contra cualquier abuso e injusticia contra los que siempre alzó su voz de escritor y hombre comprometido con la defensa de la libertad y dignidad del ser humano. 

Descanse en paz.

Gabriel García Márquez, Bibliografía



Novela:
La hojarasca 1955

El coronel no tiene quien le escriba 1961

La mala hora 1962

Los funerales de la Mamá Grande 1962

Cien años de soledad 1967

El otoño del patriarca 1975

Crónica de una muerte anunciada 1981

El amor en los tiempos del cólera 1985

El general en su laberinto 1989

Del amor y otros demonios 1994

Memoria de mis putas tristes 2004


Periodismo:

Obra periodística 1: Textos costeños 1981

Obra periodística 2: Entre cachacos 1982

Obra periodística 3: De Europa y América 1983

Obra periodística 4: Por la libre 1984

Obra periodística 5: Notas de prensa 1991

Crónica, artículos, reportaje y ensayo:

Relato de un náufrago 1970

Cuando era feliz e indocumentado 1973

Chile, el golpe y los gringos 1974

Crónicas y reportajes 1976

De viaje por los países socialistas: 90 días en la cortina de hierro 1978

El olor de la guayaba. Conversaciones con Plinio Apuleyo Mendoza 1982

Viva Sandino 1982

La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile 1986

El cataclismo de Damocles 1986

Primeros reportajes 1990

Como se cuenta un cuento 1995

Noticia de un secuestro 1996

Teatro:

Diatriba de amor contra un hombre sentado 1988

Guion:

El secuestro 1982

Erendira 1983

Autobiografía:

Vivir para contarla 2002


Relatos:

Los funerales de la Mamá Grande 1962

La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada 1972

Narrativa completa 1985

Los cuentos de mi abuelo el coronel 1988

Doce cuentos peregrinos 1992

Cuentos:1947-1992 1996

Yo no vengo a decir un discurso 2010

Todos los cuentos 2012


FILMOGRAFÍA
1954 - Langosta azul/ Colombia / Alvaro Cepeda Samudio.
1964 - El gallo de oro/ México / Roberto Gavaldón.
1964 - en este pueblo no hay ladrones/ México - Alberto Isaac.
1965 - tiempo de morir/ México / Arturo Ripstein.
1965 - Lola de mi vida/ México / Miguel Barbachano.
1966 - Juego peligroso/ México /Arturo Ripstein.
1968 - Patsy mi amor/ México / Manuel Michel.
1974 - presagio/ México / Luis Alcoriza.
1978 - El año de la peste/ México / Felipe Cazals.
1979 - María de mi corazón/ México / Jaime Humberto Hermosillo.
1979 - La viuda de montiel/ Cuba-México-Venezuela-Colombia / Miguel Littín.
1980 - El mar del tiempo perdido/ Venezuela / Solveig Hoogesteijn.
1980 - Erendira/ México / Ruy Guerra.
1985 - tiempo de morir/ Colombia / Jorge Alí Triana.
1986 - Crónica de una muerte anunciada/ Italia- Colombia / Francesco Rosi.
1988 - Serie de amores difíciles/ Televisión Española
1988-89 un señor muy viejo con unas alas enormes/ Cuba- España / Fernando Birri.
1989 - Me alquilo para soñar/ España-Brasil / Ruy Guerra.
1996 - Edipo alcalde/ Colombia-España / Jorge Alí Triana.
1999 - El coronel no tiene quien le escriba/ México-España-Francia / Arturo Ripstein.

PREMIOS

Premio de la Novela ESSO por La mala hora (1961)

Premio Rómulo Gallegos por Cien años de soledad (1972)

Premio Nobel de Literatura (1982)

Premio cuarenta años del Círculo de Periodistas de Bogotá (1985)

ENLACES

http://www.cadenaser.com/cultura/articulo/gabriel-garcia-marquez-55-anos-imaginando-literatura/csrcsrpor/20140417csrcsrcul_9/Tes
http://www.elmundo.es/cultura/2014/04/17/53503235e2704e2e468b457e.html
http://elpais.com/especiales/2014/gabriel-garcia-marquez/
http://www.lavanguardia.com/cultura/20140417/54405916916/gabriel-garcia-marquez.html
http://cvc.cervantes.es/actcult/garcia_marquez/
https://www.facebook.com/GabrielGarciaMarquezAuthor
http://www.el-mundo.es/larevista/num124/textos/quinter1.html
http://www.bbc.co.uk/spanish/seriemilenio03.html
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2014/04/140404_garcia_marquez_primer_editor_ob_ms.shtml
http://www.youtube.com/watch?v=Oe5zGydx-_4
http://www.youtube.com/watch?v=bK0r1FzXf5Y
http://www.youtube.com/watch?v=UzHWZKZXZwI


BIBLIOGRAFÍA SOBRE GARCÍA MÁRQUEZ:

Bloom, Harold (editor). Gabriel García Márquez. Nueva York: Chelsea Books, 1989. El gran crítico americano recopila aquí 18 importantes trabajos críticos que analizan al novelista desde diversos ángulos metodológicos.

Cebrián, Juan Luis. Retrato de García Márquez. Barcelona: Círculo de Lectores, 1989. Biografía del periodista y del escritor, realizada por otro periodista y escritor.

Collazos, Óscar. García Márquez, la soledad y la gloria. Panamá: Printer Internacional de Panamá, 1983. Ensayo sobre la obra del escritor colombiano, realizada por otro escritor colombiano.

Earle, Peter G. (editor). Gabriel García Márquez. Madrid: Ediciones Taurus, 2ª ed., 1981. Recopilación de textos biográficos y críticos sobre el autor que ofrecen una amplia revisión de aspectos fundamentales de su persona y obra.

Fau, Margaret Eustelle. Gabriel García Márquez: An Annotated Bibliography, 1947-1979. Westport: Greenwood, 1980. La primera bibliografía sobre el autor que apareció en forma de libro; dos décadas después sigue siendo una fuente de información indispensable.

Amargura para tres sonámbulos (relato)

Gabriel García Márquez


Ahora la teníamos allí, abandonada en un rincón de la casa. Alguien nos dijo, antes de que trajéramos sus cosas —su ropa olorosa a madera reciente, sus zapatos sin peso para el barro— que no podía acostumbrarse a aquella vida lenta, sin sabores dulces, sin otro atractivo que esa dura soledad de cal y canto, siempre apretada a sus espaldas. Alguien nos dijo —y había pasado mucho tiempo antes de que lo recordáramos— que ella también había tenido una infancia. Quizás no lo creímos, entonces. Pero ahora, viéndola sentada en el rincón, con los ojos asombrados, y un dedo puesto sobre los labios, tal vez aceptábamos que una vez tuvo una infancia, que alguna vez tuvo el tacto sensible a la frescura anticipada de la lluvia, y que soportó siempre de perfil a su cuerpo, una sombra inesperada.

Todo eso —y mucho más— lo habíamos creído aquella tarde en que nos dimos cuenta de que, por encima de su submundo tremendo, era completamente humana. Lo supimos, cuando de pronto, como si adentro se hubiera roto un cristal, empezó a dar gritos angustiados; empezó a llamarnos a cada uno por su nombre, hablando entre lágrimas hasta cuando nos sentamos junto a ella, nos pusimos a cantar y a batir palmas, como si nuestra gritería pudiera soldar los cristales esparcidos. Sólo entonces pudimos creer que alguna vez tuvo una infancia. Fue como si sus gritos se parecieran en algo a una revelación; como si tuvieran mucho de árbol recordado y río profundo, cuando se incorporó, se inclinó un poco hacia adelante, y todavía sin cubrirse la cara con el delantal, todavía sin sonarse la nariz y todavía con lágrimas, nos dijo: “No volveré a sonreír”.

Salimos al patio, los tres, sin hablar, acaso creíamos llevar pensamientos comunes. Tal vez pensamos que no sería lo mejor encender las luces de la casa. Ella deseaba estar sola —quizás—, sentada en el rincón sombrío, tejiéndose la trenza final, que parecía ser lo único que sobreviviría de su tránsito hacia la bestia.

Afuera, en el patio, sumergidos en el profundo vaho de los insectos, nos sentamos a pensar en ella. Lo habíamos hecho otras veces. Podíamos haber dicho que estábamos haciendo lo que habíamos hecho todos los días de nuestras vidas.

Sin embargo, aquella noche era distinto; ella había dicho que no volvería a sonreír, y nosotros que tanto la conocíamos, teníamos la certidumbre de que la pesadilla se había vuelto verdad. Sentados en un triángulo la imaginábamos allá adentro, abstracta, incapacitada, hasta para escuchar los innumerables relojes que medían el ritmo, marcado y minucioso, en que se iba convirtiendo en polvo: “Si por lo menos tuviéramos valor para desear su muerte”, pensábamos a coro.

Pero la queríamos así, fea y glacial como una mezquina contribución a nuestros ocultos defectos.

Éramos adultos desde antes, desde mucho tiempo atrás. Ella era, sin embargo, la mayor de la casa. Esa misma noche habría podido estar allí, sentada con nosotros, sintiendo el templado pulso de las estrellas, rodeada de hijos sanos. Habría sido la señora respetable de la casa si hubiera sido la esposa de un buen burgués o concubina de un hombre puntual. Pero se acostumbró a vivir en una sola dimensión, como la línea recta, acaso porque sus vicios o sus virtudes no pudieran conocerse de perfil. Desde varios años atrás ya lo sabíamos todo. Ni siquiera nos sorprendimos una mañana, después de levantados, cuando la encontramos boca abajo en el patio, mordiendo la tierra en una dura actitud estática. Entonces sonrió, volvió a mirarnos, que había caído desde la ventana del segundo piso hasta la dura arcilla del patio y había quedado allí, tiesa y concreta, de bruces al barro húmedo. Pero después supimos que lo único que conservaba intacto era el miedo a las distancias, el natural espanto frente al vacío. La levantamos por los hombros. No estaba dura como nos pareció al principio. Al contrario, tenía los órganos sueltos, desasidos de la voluntad, como un muerto tibio que no hubiera empezado a endurecerse.

Tenía los ojos abiertos, sucia la boca de esa tierra que debía saberle ya a sedimento sepulcral, cuando la pusimos de cara al sol y fue como si la hubiéramos puesto frente a un espejo. Nos miró a todos con una apagada expresión sin sexo, que nos dio —teniéndola ya entre mis brazos— la medida de su ausencia. Alguien nos dijo que estaba muerta; y se quedó después sonriendo con esa sonrisa fría y quieta que tenía durante las noches cuando transitaba despierta por la casa. Dijo que no sabía cómo llegó hasta el patio. Dijo que había sentido mucho calor, que estuvo oyendo un grillo penetrante, agudo, que parecía (así lo dijo) dispuesto a tumbar la pared de su cuarto, y que ella se había puesto a recordar las oraciones del domingo, con la mejilla apretada al piso de cemento.

Sabíamos, sin embargo, que no podía recordar ninguna oración, como supimos después que había perdido la noción del tiempo cuando dijo que se había dormido sosteniendo por dentro la pared que el grillo estaba empujando desde afuera, y que estaba completamente dormida cuando alguien cogiéndola por los hombros, apartó la pared y la puso a ella de cara al sol.

Aquella noche sabíamos, sentados en el patio, que no volvería a sonreír. Quizá nos dolió anticipadamente su seriedad inexpresiva, su oscuro y voluntarioso vivir arrinconado. Nos dolía hondamente, como nos dolía el día que la vimos sentarse en el rincón adonde ahora estaba; y le oímos decir que no volvería a deambular por la casa. Al principio no pudimos creerle. La habíamos visto durante meses enteros transitando por los cuartos a cualquier hora, con la cabeza dura y los hombros caídos, sin detenerse, sin fatigarse nunca. De noche oíamos su rumor corporal, denso, moviéndose entre dos oscuridades, y quizás nos quedamos muchas veces, despiertos en la cama, oyendo su sigiloso andar, siguiéndola con el oído por toda la casa. Una vez nos dijo que había visto el grillo dentro de la luna del espejo, hundido, sumergido en la sólida transparencia y que había atravesado la superficie de cristal para alcanzarlo. No supimos, en realidad, lo que quería decirnos, pero todos pudimos comprobar que tenía la ropa mojada, pegada al cuerpo, como si acabara de salir de un estanque. Sin pretender explicarnos el fenómeno resolvimos acabar con los insectos de la casa; destruir los objetos que la obsesionaban. Hicimos limpiar las paredes, ordenamos cortar los arbustos del patio, y fue como si hubiéramos limpiado de pequeñas basuras el silencio de la noche. Pero ya no la oíamos caminar, ni la oíamos hablar de grillos, hasta el día en que, después de la última comida, se quedó mirándonos, se sentó en el suelo de cemento todavía sin dejar de mirarnos, y nos dijo: “Me quedaré aquí, sentada”; y nos estremecimos, porque pudimos ver que había empezado a parecerse a algo que era ya casi completamente como la muerte.

De eso hacía ya mucho tiempo y hasta nos habíamos acostumbrado a verla allí, sentada, con la trenza siempre a medio tejer, como si se hubiera disuelto en su soledad y hubiera perdido, aunque se le estuviera viendo, la facultad natural de estar presente. Por eso ahora sabíamos que no volvería a sonreír; porque lo había dicho en la misma forma convencida y segura en que una vez nos dijo que no volvería a caminar. Era como si tuviéramos la certidumbre de que más tarde nos diría: “No volveré a ver” o quizá: “No volveré a oír” y supiéramos que era lo suficientemente humana para ir eliminando a voluntad sus funciones vitales, y que, espontáneamente, se iría acabando sentido a sentido, hasta el día en que la encontráramos recostada a la pared, como si se hubiera dormido por primera vez en su vida. Quizás faltaba mucho tiempo para eso, pero los tres, sentados en el patio, habríamos deseado aquella noche sentir su llanto afilado y repentino, de cristal roto, al menos para hacernos la ilusión de que habría nacido un (una) niña dentro de la casa. Para creer que había nacido nueva.


Diálogo del espejo (relato)


Gabriék García Márquez, escritor, colombiano
Premio Nobel de Literatura
Gabriel García Márquez

           

El hombre de la estancia anterior después de haber dormido largas horas como un santo, olvidado de las preocupaciones y desasosiegos de la madrugada reciente, despertó cuando el día era alto y el rumor de la ciudad invadía —total— el aire de la habitación entreabierta. Debió pensar —de no habitarlo otro estado de alma— en la espesa preocupación de la muerte, en su miedo redondo, en el pedazo de barro —arcilla de sí mismo— que tendría su hermano debajo de la lengua. Pero el sol regocijado que clarificaba el jardín le desvió la atención hacia otra vida más ordinaria, más terrenal y acaso menos verdadera que su tremenda existencia interior. Hacía su vida de hombre corriente, de animal cotidiano, que le hizo recordar —sin contar para ello con su sistema nervioso, con su hígado alterable— la irremediable imposibilidad de dormir como un burgués. Pensó —y había allí, por cierto, algo de matemática burguesa— en el trabalenguas de cifras, en los rompecabezas financieros de la oficina.

Las ocho y doce. Definitivamente llegaré tarde. Paseó la yema de los dedos por la mejilla. La piel áspera, sembrada de troncos retoñados, le dejó la impresión del pelo duro por las antenas digitales. Después, con la palma de la mano entreabierta, se palpó el rostro distraído, cuidadosamente, con la serena tranquilidad del cirujano que conoce el núcleo del tumor; y de la superficie blanda fue surgiendo hacia adentro, la dura sustancia de una verdad que, en ocasiones, le había blanqueado la angustia. Allí, bajo las yemas —y después de las yemas, hueso contra hueso— su irrevocable condición anatómica había sepultado un orden de compuestos, un apretado universo de tejidos, de mundos menores, que lo venían soportando, levantando su armadura carnal hacia una altura menos duradera que la natural y última posición de sus huesos.

Sí. Contra la almohada, hundida la cabeza en la blanda materia, tumbando el cuerpo sobre el reposo de sus órganos, la vida tenía un sabor horizontal, un mejor acomodamiento a sus propios principios. Sabía que, con el esfuerzo mínimo de cerrar los párpados, esa larga, esa fatigante tarea que le aguardaba empezaría a resolverse en un clima descomplicado, sin compromisos con el tiempo ni con el espacio: sin necesidad de que, al realizarla, esa aventura química que constituía su cuerpo sufriera el más ligero menoscabo. Por el contrario, así, con los párpados cerrados, había una economía total de recursos vitales, una ausencia absoluta de orgánicos desgastes. Su cuerpo, hundido en el agua de los sueños, podría moverse, vivir, evolucionar hacia otras formas existenciales en las que su mundo real tendría, para su necesidad íntima, una idéntica densidad de emociones —si no mayor— con las que la necesidad de vivir quedaría completamente satisfecha sin detrimento de su integridad física. Sería —entonces— mucho más fácil la tarea de convivir con los seres y las cosas, actuando, sin embargo, en igual forma que en el mundo real. La tarea de rasurarse, de tomar el ómnibus, de resolver las ecuaciones de la oficina, sería simple y descomplicada en su sueño, y le produciría, a la postre, la misma satisfacción interior.

Sí. Era mejor hacerlo en esa forma artificial, como lo estaba haciendo ya; buscando en la habitación iluminada el rumbo del espejo. Como lo hubiera seguido haciendo si, en aquel instante, una pesada máquina, brutal y absurda, no hubiera deshecho la tibia sustancia de su sueño incipiente. Ahora, regresando al mundo convencional, el problema revestía ciertamente mayores caracteres de gravedad. Sin embargo, la curiosa teoría que acababa de inspirarle su molicie, lo había desviado hacia una comarca de comprensión y desde adentro de su hombre sintió el desplazamiento de la boca hacia los lados, en un gesto que debió ser una sonrisa involuntaria. Fastidioso. (En el fondo continuaba sonriendo.) Tener que afeitarme cuando debo estar sobre los libros en veinte minutos. Baño ocho rápidamente cinco desayuno siete. Salchichas viejas desagradables almacén de Mabel salsamentaria tornillos drogas licores eso es como una caja de qué sé yo quién se me olvidó la palabra. (El ómnibus se daña los martes y demora siete.) Pendora. No: Peldora. No es así. Total media hora. No hay tiempo. Se me olvidó la palabra, una caja donde hay de todo. Pedora. Empieza con pe.

Con la bata puesta, ya frente al lavabo, un rostro somnoliento, desgreñado y sin afeitar, le echó una mirada aburrida desde el espejo. Un ligero sobresalto le subió, como un hilillo frío, al descubrir en aquella imagen a su propio hermano muerto cuando acababa de levantarse. El mismo rostro cansado, la misma mirada que no terminaba aún de despertar.

Un nuevo movimiento envió al espejo una cantidad de luz destinada a conducir un gesto agradable, pero el regreso simultáneo de aquella luz le trajo —contrariando sus propósitos— una mueca grotesca. Agua. El chorro caliente se ha abierto torrencial, exuberante y la oleada de vapor blanco y espeso está interpuesta entre él y el cristal. Así —aprovechando la interrupción con un rápido movimiento— logra ponerse de acuerdo con su propio tiempo y con el tiempo interior del azogue.

Sobre la cinta de cuero se levantó llenando de cortantes orillas, de helados metales; y la nube —desvanecida ya— le mostró de nuevo la otra cara, turbia de complicaciones físicas, de leyes matemáticas, en las que la geometría intentaba una nueva manera de volumen, una forma concreta de la luz. Allí, frente a él, estaba el rostro, con pulso, con latidos de su propia presencia, transfigurado en un gesto, que era simultáneamente, una seriedad sonriente y burlona, asomada al otro cristal húmedo que había dejado la condensación del vapor.

Sonrió. (Sonrió.) Mostró —a sí mismo— la lengua. (Mostró —al de la realidad— la lengua.) El del espejo la tenía pastosa, amarilla: “Andas mal del estómago”, diagnosticó (gesto sin palabras) con una mueca. Volvió a sonreír. (Volvió a sonreír.) Pero ahora él pudo observar que había algo de estúpido, de artificial y de falso en esa sonrisa que se le devolvía. Se alisó el cabello (.) (Se alisó el cabello) con la mano derecha (izquierda), para, inmediatamente, volver la mirada avergonzado (y desaparecer). Extrañaba su propia conducta de pararse frente al espejo a hacer gestos como un cretino. Sin embargo, pensó que todo el mundo observaba frente al espejo idéntica conducta y su indignación fue entonces mayor, ante la certeza de que, siendo todo el mundo cretino, él no estaba sino rindiéndole tributo a la vulgaridad. Ocho y diecisiete.

Sabía que era necesario apresurarse si no quería ser despedido de la agencia. De esa agencia que se había convertido, desde hacía algún tiempo, en el sitio de partida de sus propios funerales diarios.

El jabón, al contacto con la brocha, había levantado ya una blancura azul liviana que lo recuperaba de sus preocupaciones. Era el momento en que la pasta jabonosa se subía por el cuerpo, por la red de las arterias, y le facilitaba el funcionamiento de toda la maquinaria vital... Así, regresado a la normalidad, le pareció más cómodo buscar en el cerebro saponificado la palabra con que quería comparar el almacén de Mabel. Peldora. La cacharrería de Mabel. Paldora. La salsamentaria o droguería. O todo a la vez: Pendora.

Sobre la jabonería hervía la espuma suficiente. Pero siguió frotando la brocha, casi con pasión. El espectáculo pueril de las burbujas le daba una clara alegría de niño grande que se le trepara al corazón pesada y dura, como un licor barato. Un nuevo esfuerzo en persecución de la sílaba habría sido entonces suficiente para que la palabra reventara, madura y frutal; para que saliera a flote en aquella agua espesa, turbia, de su esquiva memoria. Pero esta vez, como las anteriores, las piececillas dispersas, desarmadas, de un mismo sistema, no ajustarán con exactitud para lograr la totalidad orgánica y él se dispuso a desistir para siempre de la palabra. ¡Pendora!

Y era ya tiempo de que desistiera de aquella búsqueda inútil, porque (ambos alzaron la vista y se encontraron en los ojos) su hermano gemelo, con la brocha espumeante, había empezado a cubrirse el mentón de frescura blancurazul, dejando correr la mano izquierda (él lo imitó con la derecha) con suavidad y precisión, hasta cubrir la zona abrupta. Desvió la vista y la geometría de las manecillas se le presentó empeñada en la solución de un nuevo teorema de angustia: ocho y dieciocho. Lo estaba haciendo muy lentamente. Así que, con el firme propósito de terminar pronto, afirmó la navaja de cuerno obediente a la movilidad del meñique.

Calculando que en tres minutos estaría terminado el trabajo, levantó el brazo derecho (izquierdo) hasta la altura de la oreja derecha (izquierda), haciendo de paso la observación de que nada debía resultar tan difícil como afeitarse en la forma en que lo estaba haciendo la imagen del espejo. Había derivado de allí toda una serie de cálculos complicadísimos con el propósito de averiguar la velocidad de la luz que, CASI simultáneamente, realizaba el viaje de ida y regreso para reproducir cada movimiento. Pero el esteta que lo habitaba, tras una lucha aproximadamente igual a la raíz cuadrada de la velocidad que hubiera podido averiguar, venció al matemático, y el pensamiento del artista se fue hacia los movimientos de la hoja que verdeazulblanqueaba con los diferentes golpes de luz. Rápidamente —y el matemático y esteta estaban ahora en paz— bajó el filo por la mejilla derecha (izquierda) hasta el meridiano del labio, y observó con satisfacción que la mejilla izquierda de la imagen aparecía limpia entre sus bordes de espuma.

No acababa aún de sacudir la hoja cuando, de la cocina, empezó a llegar el humo cargado con un acre olor a carne guisada. Sintió el estremecimiento debajo de la lengua, y el torrente de saliva fácil, delgada, que le llenó la boca con el sabor enérgico de la manteca caliente. Riñones guisados. Por fin hubo un cambio en la condenada tienda de Mabel. Pendora. Tampoco. El ruido de la glándula entre la salsa le reventó en el oído, con un recuerdo de lluvia martilleante, que era, en efecto, el mismo de la madrugada reciente. Por tanto, no debía olvidar los zapatones y el impermeable. Riñones en salsa. No hay duda.

De todos sus sentidos ninguno le merecía tanta desconfianza como el del olfato. Pero, aun por encima de sus cinco sentidos y aun cuando aquella fiesta no fuera más que un optimismo de su pituitaria, la necesidad de terminar cuanto antes era, en aquel momento, la más urgente necesidad de sus cinco sentidos. Con precisión y ligereza (el matemático y el artista se mostraron los dientes) subió la hoja de adelante (atrás) hacia atrás (adelante) hasta la comisura (derecha) izquierda, mientras con la mano izquierda (derecha) se alisaba la piel, facilitando así el paso de la orilla metálica, de adelante (atrás) hacia (adelante) atrás, y de arriba (arriba) hacia abajo, terminando (ambos jadeantes) el trabajo simultáneo.

Pero, ya al finalizar, y cuando daba los últimos toques a la mejilla izquierda con la mano derecha, alcanzó a ver su propio codo contra el espejo. Lo vio, grande, extraño, desconocido, y observó con sobresalto que, por encima del codo, otros ojos igualmente grandes e igualmente desconocidos, buscaban desorbitados la dirección del acero. Alguien está tratando de ahorcar a mi hermano. Un brazo poderoso. ¡Sangre! Siempre sucede lo mismo cuando lo hago de prisa.

Buscó, en su rostro, el sitio correspondiente; pero su dedo quedó limpio y no denunció el tacto solución alguna de continuidad. Se sobresaltó. No había heridas en su piel, pero allá, en el espejo, el otro estaba sangrando ligeramente. Y en su interior volvió a ser verdad el fastidio de que se repitieran las inquietudes de la noche anterior. De que ahora, frente al espejo, fuera a tener otra vez la sensación, la conciencia del desdoblamiento. Pero allí estaba ya el mentón (redondo: caras iguales). Esos pelos en el hoyuelo necesitan una navaja en punta.

Creyó observar que una nube de desconcierto velaba el gesto apresurado de su imagen. ¿Sería posible que, debido a la gran rapidez con que se estaba rasurando (y el matemático se adueñó por entero de la situación) la velocidad de la luz no alcance a cubrir la distancia para registrar todos los movimientos? ¿Podría él, en su premura, adelantarse a la imagen del espejo y terminar la tarea un movimiento antes que ella? ¿O sería posible (y el artista tras una breve lucha, logró desalojar al matemático) que la imagen hubiera tomado vida propia y resuelto —por vivir en un tiempo descomplicado— terminar con mayor lentitud que su sujeto externo?

Visiblemente preocupado abrió el grifo del agua caliente y sintió la subida del vapor tibio y espeso, mientras el chapoteo de su rostro entre el agua nueva le llenaba los oídos de un rumor gutural. Sobre la piel, la amable aspereza de la toalla recién lavada le hizo respirar una honda satisfacción de animal higiénico. ¡Pandora! Ésa es la palabra: Pandora.

Miró la toalla con sorpresa y cerró los ojos, desconcertado, mientras allá, en el espejo, un rostro igual al suyo lo contemplaba con unos grandes ojos estúpidos y el rostro cruzado por un hilo cárdeno.

Abrió los ojos y sonrió (sonrió). Ya nada le importaba. ¡El almacén de Mabel es una caja de Pandora!

El olor caliente de los riñones en salsa le agasajó el olfato, ahora con mayor urgencia. Y sintió satisfacción —con positiva satisfacción— que dentro de su alma un perro grande se había puesto a menear la cola.

(1949)

15 octubre, 2013

ALVARO MUTIS


por AnaAlejandre
Álvaro Mutis, poeta y novelista.

          

Álvaro Mutis Jaramillo, nombre completo del novelista y poeta colombiano, nació en Bogotá (Colombia), el 25 de agosto de 1923, día de la festividad de San Luís IX de Francia, santo de quien el escritor afirma haber recibido una gran influencia que explica su sincera adhesión monárquica.

La familia se traslada a Bélgica en 1925 por motivos profesionales de su padre, cuando Mutis contaba dos años de edad. En la capital belga, Bruselas, realizó sus primeros estudios hasta la edad de nueve años, en el colegio jesuita de Saint-Michel, porque fallece su padre en plena juventud, con sólo 33 años, y ese año es cuando su madre decide regresar a Colombia para hacerse cargo de la hacienda de Coello. Mutis dice haber heredado de su progenitor "el gusto por los buenos vinos y la buena cocina, por la tertulia y los buenos libros y también su admiración por Napoleón".

De manera intermitente, tanto en vacaciones como en temporadas más largas, Mutis volvía a Colombia, viviendo en esas etapas en una finca cafetera y cañera, fundada por su abuelo materno, sita en el corregimiento de Coello-Cocora, próxima a Ibagué (Tolima), en las estribaciones de la Cordillera Central, tierra que según afirma el propio autor es la que le ha inspirado toda su obra, sin excepción alguna.

El regreso a su tierra natal supuso para Mutis una gran sensación de desarraigo, porque Bélgica y, por ende, Europa, era su lugar de residencia, de formación y donde recibía toda la influencia cultural europea, mientras que Colombia sólo representaba el lugar donde pasar las vacaciones, tierra provisional de la que siempre regresaba. En la Universidad de Rosario, Bogotá, intentó finalizar el Bachillerato, donde conoció a quien fue su profesor de literatura española, el poeta colombiano Eduardo Carranza, cuyas clases fueron la mejor iniciación a la poesía. A pesar de su intento de graduarse como bachiller, fracasó por su dedicación a la poesía y su afición a los billares, por lo que nunca llegó a conseguir el título.

La influencia de los continuos viajes que hacía la familia desde Bélgica hasta Colombia se advierte en toda su obra, quedándole la fascinación que siempre mostró hacia el mar, los barcos y el viaje, en general, por los que realizaba continuamente desde Belgica a Colombia en barcos que eran mitad de pasajeros y mitad de carga.

Contrajo matrimonio con Mireya Durán Solano, en 1941, con quien tendrá tres hijos. Al año siguiente empezó a trabajar de periodista en la emisora de radio Nuevo Mundo, donde sustituye a Eduardo Zalamea Borda.

Desde muy joven comenzó a colaborar en revistas literarias, entre las que destaca Mito, publicación que dirigía Jorge Gaitán Durán, y publicó su primer poemario La balanza (1947), en colaboración con Carlos Patino, aunque anteriormente había publicado sus poemas en el periódico El Espectador.

Los elementos del desastre (1953), su segundo poemario, es la obra en la que surge por primera vez su personaje Maqroll el Gaviero, personaje que está considerado uno de los más importantes de la literatura en lengua española del siglo XX.

Contrae un segundo matrimonio, en 1954, con María Luz Montané, unión de la que nace su hija María Teresa.

Debido a una demanda de la multinacional Esso, de la que era jefe de relaciones públicas, por malversación de fondos dedicados a obras de caridad y que Mutis utilizaba para ayudar a conocidos que tenían problemas con el régimen del dictador Rojas Pinilla, tuvo que emigrar a México urgentemente, en 1956, ayudado por sus hermano Leopoldo, Casimiro Eiger y Álvaro Castaño Castillo. Allí se instaló definitivamente en la capital de dicho país hasta el día de su muerte, con la única ayuda de dos cartas de recomendación dirigidas, una, a Luís Buñuel y, otra, a Luís de Llano, los que le abrieron las puertas para entrar a trabajar como ejecutivo de una empresa de publicidad, y pasar después a promotor de producción y vendedor de publicidad para televisión. En el ambiente cultural mexicano conoció a los que fueron sus mejores amigos en dicho país: Octavio Paz, Carlos Fuentes, Luís Buñuel, antes citado y Emilio García Riera, entre otros muchos.

Cuando llevaba tres años residiendo en Méjico, la Interpol lo detuvo y fue internado durante 15 meses en la cárcel preventiva de Lecumberri, conocida con el siniestro nombre de "El palacio negro". Su experiencia carcelaria transformó profundamente su visión del sufrimiento y la desdicha humana, de cuya experiencia nació, en 1960, su obra en prosa Diario de Lecumberri, que fue el inicio de su dedicación a la prosa.

Contrae matrimonio un nuevo matrimonio con Carmen Miracle Feliú, en 1966.

Su novela La mansión de Araucaíma (1973) la escribió en un afán de demostrar a Luis Buñuel que era posible escribir una novela gótica situada en el ardiente trópico, sin tener necesidad de que el escenario de la narración fuera un país de frío y brumas, con tenebrosos castillos medievales. Buñuel se sintió muy interesado por dicha obra y, aunque la consideró un proyecto futuro para realizar una película, sin embargo ésta nunca llegó a rodarla.

Recibe el Premio Nacional de Letras de Colombia, en 1974, primer galardón importante a su obra, de los muchos que recibiría a lo largo de su carrera literaria.

A partir de 1978 comenzó a escribir novela, pero no consiguió el reconocimiento popular hasta 1986, año en el que publicó su primera novela en la que el personaje central era Maqroll el Gaviero, con el título de La nieve del Almirante, con la que inició una etapa de éxitos y premios importantes.

A partir del momento de su jubilación, en 1988, se dedica completamente a la lectura y la escritura. En ese mismo año, se publica en España su novela Ilona llega con la lluvia. Al año siguiente, le conceden en Méjico el Premio Xavier Villaurrutia y le condecoran con la Orden del Águila Azteca.

En España se publica su novela Un bel morir y también La última escala del "Tramp Steamer" (1990). Francia le otorga el premio Médicis Étranger por sus novelas La nieve del Almirante e Ilona llega con la lluvia. Además, el Gobierno francés le concede la Orden de las Artes y las Letras en el grado de Caballero, sumándose así estos premios y galardones a los muchos recibidos por Mutis.

Su novela Amirbar (1990) es publicada simultáneamente en en España y Colombia. Recibe también el premio Nonino al mejor libro extranjero publicado en Italia. Al año siguiente publica la novela Abdul Bashur, soñador de navíos.

En España, se publica, en dos volúmenes y con el título Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero, en 1993, las novelas cuyo protagonista es dicho personaje, incluyendo el título inédito hasta ese momento Tríptico de mar y tierra. Tres años más tarde, se vuelve a reeditar Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero en un único volumen.

Los poemas sobre el mismo personaje, escritos desde 1948 a 1970, se reunieron en Summa de Maqroll el Gaviero (1973). Este personaje parece que está inspirado en los que crearan Joseph Conrad o Herman Melville y es a modo de un álter ego de Mutis, un marino singular, que posee una gran calidad humana y talante aristocrático, aunque la fortuna le fuera siempre adversa.

En su obra, tanto en poesía como en narrativa, Mutis utiliza un rico lenguaje, pleno de imágenes y sugerencias que traspasan la realidad para traspasar los linderos con el más allá, teniendo al personaje de Maqroll como sempiterno testigo de vidas, tragedias, muerte y degeneración.

A su larga lista de premios se une el Premio Príncipe de Asturias de las Letras por “la originalidad y compromiso intelectual de su obra” y el Premio Reina Sofía de Poesía. Además, recibió el galardón más importante de las letras españolas, el Premio Cervantes que le es concedido en 2001 y el Premio Internacional Neustadt de Literatura, en 2002.
Fallece el 22 de septiembre de 2013 en Ciudad de México, a los 90 años de edad, a causa de un enfermedad respiratoria.

Obras y premios de Álvaro Mutis

Álvaro Mutis
Poesía
La Balanza, Talleres Prag, Bogotá, 1948 (en colaboración con Carlos Patiño Roselli) 
Los elementos del desastre, Losada, Buenos Aires, 1953
Reseñas de los hospitales de Ultramar, Separata revista "Mito", Bogotá, 1955
Los trabajos perdidos, Era, Ciudad de México, 1965
Summa de Maqroll el Gaviero, Barral Editores, Barcelona, 1973
Caravansary, FCE, Ciudad de México, 1981
Los emisarios, FCE, Ciudad de México, 1984
Crónica regia y alabanza del reino, Cátedra, Madrid, 1985
Un homenaje y siete nocturnos, El Equilibrista, Ciudad de México, 1986

Narrativa 

Diario de Lecumberri, Universidad Veracruzana, 1960
La mansión de Araucaíma, Sudamericana, 1973
La verdadera historia del flautista de Hammelin, Ediciones Penélope, 1982
La nieve del Almirante, 1986
Ilona llega con la lluvia, Oveja Negra, 1988
Un bel morir, Oveja Negra; Mondadori, 1989
La última escala del Tramp Steamer, El Equilibrista, Ciudad de México, 1989
La muerte del estratega, FCE, Ciudad de México, 1990
Amirbar, Norma; Siruela, 1990
Abdul Bashur, soñador de navíos, Norma; Siruela, 1991
Tríptico de mar y tierra, Norma, 1993

Ensayo 

Contextos para Maqroll, Igitur-Cilcultura, 1997
De lecturas y algo del mundo, Seix Barral, 1999
Caminos y encuentros de Maqroll el Gaviero, Editorial Áltera, 2001


Antología 

Poesía y prosa, Instituto colombiano de Cultura, 1982
Antología poética, selección y notas de José Balza, Monte Avíla
Summa de Maqroll el Gaviero. Poesía 1948-1988, Visor, 1992
Poesía completa, Editorial Arango, 1993
Summa de Maqroll el Gaviero. Poesía 1948-1997, Ediciones Universidad de Salamanca-Patrimonio Nacional, 1997
Antología, selección de Enrique Turpin, Plaza y Janés, 2000.
Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero, Siruela, 1993 (2 volúmenes); Alfaguera, 1996 y 2001 (1 volumen). Incluye las siete novelas: La nieve del almirante (1986); Ilona llega con la lluvia (1988); Un bel morir (1989); La última escala del Tramp Steamer (1989); Amirbar (1990); Abdul Bashur, soñador de navíos (1991); Tríptico de mar y tierra (1993).
La voz de Álvaro Mutis, edición de Diego Valverde Villena, Poesía en la Residencia, Residencia de Estudiantes, Madrid, 2001


Reconocimientos 

Premio Nacional de Letras de Colombia, 1974
Premio Nacional de Poesía de Colombia, 1983
Premio de la Crítica Los Abriles, 1985
Comendador de la Orden del Águila Azteca México, 1988
Premio Xavier Villaurrutia México, 1988 por Ilona llega con la lluvia.
Doctor Honoris Causa por la Universidad del Valle en Colombia, 1988
Premio Juchimán de Plata en México, 1988
Orden de las Artes y las Letras, del Gobierno de Francia, en el grado de Caballero, 1989
Premio Médicis Étranger de Francia, 1989
Premio Nonino de Italia, 1990
X Premio del Instituto Italo-Latinoamericano de Roma, 1992
Orden al Mérito de Francia, 1993
Premio Roger Caillois de Francia, 1993
Gran Cruz de la Orden de Boyacá de Colombia, 1993
Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio de España, 11996
Premio Grinzane-Cavour de Italia, 1997
Premio Príncipe de Asturias de las Letras de España, 1997.
Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana de España, 1997
Premio Rossone d'Oro de Italia, 1997
Premio Ciudad de Trieste de Poesía de Italia, 2000
Premio Cervantes de España, 2001.
desde 2005 la biblioteca del Instituto Cervantes de Estambul lleva su nombre.

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