26 septiembre, 2006

Anecdotario de Henrik Ibsen


A continuación, se exponen seis anécdotas de Henrik Ibsen, algunas de ellas con tono desenfadado y, otras, con cierto toque de escepticismo que ilustran el talante de este dramaturgo excepcional que supo transformar al teatro de su época a través de una crítica feroz sobre las costumbres de la sociedad burguesa del siglo XIX y que ha ejercido una notable influencia sobre los autores teatrales del XX


Anecdotario de Henrik Ibsen


Herik Ibsen tenía fama de no ser muy aficionado a la vida social ni a los compromisos que la misma conlleva. Por ese motivo, cuando se veía obligado a asistir a alguna recepción o velada social, procuraba mantenerse al margen de lo que allí sucediera, por lo que permanecía sentado en un rincón, absorto en sus propios pensamientos, sin dar pie a tener que verse involucrado en las conversaciones que allí se mantuvieran. Sin embargo, en una ocasión de esas, una señora, asistente a la reunión se dirigió hacia él con deseos de entablar conversación con tal insigne dramaturgo y le preguntó, a modo de introducción del coloquio que esperaba inciar con Ibsen:
- He leído su Peer Gynt, pero debo confesarle que no he sido capaz de comprender todo el sentido de ese personaje. ¿Sería usted tan amable de explicármelo?
-Lo siento, pero no puedo -respondió el dramaturgo, secamente.
-¿Pero es que usted no conoce el significado de uno de sus personajes? -respondió la señora asombrada.
-Señora, cuando escribí Peer Gynt sólo Dios y yo conocíamos el significado de dicho personaje. Yo lo he olvidado completamente. Tendrá que pregúntelselo a Dios



Le preguntaron en cierta ocasión a Henril Ibsen qué pensaba de los experimentos científicos llevados a cabo a costa de la vida y el sufrimiento de los animales. Ibsen se lo pensó un momento y dijo:
Me parece bien que la ciencia avance; pero es inexcusable para los científicos torturar animales. Deberían hacer sus experimentos con periodistas y políticos.

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Un amigo le preguntó a Henrik Ibsen el motivo de por qué había colocado una fotografía de su rival sueco, August Sttrindberg, en la pared de detrás de su mesa de trabajo, a lo que Ibsen respondió:
-Es mi enemigo mortal y se quedará ahí, mirándome mientras escribo.



Herik Ibsen tenía sobre la mesa una colección muy completa de figuras de animales de bronce, Un amigo que le visitaba se los alabó.:
-¡Bonita colección!
-La necesito -respondió Ibsen.
-¿Para qué?
-No sé trabajar si no veo a mis personajes. Esos tres son los protagonistas de lo que estoy escribiendo ahora -Ibsen señaló un avestruz, un cerdo y una hiena que estaban separados del resto.
-¿ Un cerdo, una hiena y un avestruz,? -le preguntó, sorprendido, el amigo.
-Sí, dos hombres y una mujer. El cerdo y la hiena son los dos hombres; el avestruz es la mujer. ¿No ve el drama? Piense en conocidos suyos: un hombre que sea un cerdo, otro que sea una hiena y una mujer que sea el avestruz.Júntelos en determinadas circunstancias y surgirá el drama.



En otra ocasión Ibsen iba caminando por la alle y vió a una multitud de personas agrupadas, mirando a un determinado cartel. Como se había olvidado las gafas en casa y no podía leer sin ellas, le preguntó a uno de los que estaban al lado:
-¿Qué dice el cartel?.
-Pues no lo sé -respondió el aludido-. Yo tampoco sé leer.



Henrik Ibsen trabajó en su juventud como dependiente de una farmacia, Un campesino que lo conoció en esa época relató la anécdota acaecida cuando el campesino en cuestión acudió a la farmacia donde trabajaba el dramaturgo para que le dispensaran dos recetas, una para su esposa y otra para una vaca de su propiedad. .Ibsen, parece ser que, al entregarles los medicamentos recetados, le adivirtió al campesino, no se sabe si en serio o en broma:
-No se confunda: esta medicación es para su esposa y ésta es para la vaca. Si se equivocara podría ser perjudicial... para la vaca.
Dicho esto, le entregó las medicinas y siguió con su tarea tranquilamente

Ana Alejandre

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