A MICHEL POLAC
París, 1952
Me pediste que te hablara de mis ideas sobre Esperando a Godot -de la cual has extraído fragmentos que me haces el honor de difundir en el Club d'Essai -y a la vez que te hablara de mis ideas acerca del arte dramático. No tengo ideas acerca del arte dramático. No estoy versado en él. No soy un asiduo al teatro. Ello es admisible. A la luz de tales condiciones, lo que quizá sea menos admisible es escribir una obra y, habiéndola escrito, no tener ni la más remota idea al respecto. Lamentablemente, ése es mi caso. No a todo mundo le es dado poder ir del reino que se despliega en la página a ese otro de ganancias y pérdidas, y luego volver, imperturbable, como quien va del diario trajín a la ociosa charla de cantina. No sé más sobre esta obra que cualquiera que se las haya arreglado para leerla con atención. No sé con qué ánimo la escribí. No sé más acerca de los personajes que lo que ellos mismos dicen, hacen y les ocurre. En cuanto a su apariencia, creo haber dado ya lo poco que pude vislumbrar. Los bombines, por ejemplo. En cuanto a los otros dos [personajes] que aparecen hacia el final de cada uno de los dos actos, debo haberlos puesto para romper la monotonía. He mostrado ya todo aquello de lo que pude darme cuenta. No es mucho. Pero a mí me parece suficiente, más que suficiente. Incluso, diría que pude haberla hecho mejor con menos. En cuanto a la idea de encontrar en todo esto un significado más amplio y más profundo que pueda llevarse a casa después de la función, junto con el programa de mano y el palito de la paleta, no veo el caso de hacerlo. No obstante, puede hacerse. Ya no estoy involucrado en el asunto y nunca volveré a estarlo. Estragón, Vladimir, Pozzo y Lucky, su tiempo y su espacio: si me las arreglé para familiarizarme ligeramente con ellos fue sólo porque pude mantenerme lejos de la necesidad de comprender. Tal vez a ti puedan darte respuestas. Déjalos arreglárselas por sí mismos. Sin mí. Ellos y yo hemos terminado.
Me pediste que te hablara de mis ideas sobre Esperando a Godot -de la cual has extraído fragmentos que me haces el honor de difundir en el Club d'Essai -y a la vez que te hablara de mis ideas acerca del arte dramático. No tengo ideas acerca del arte dramático. No estoy versado en él. No soy un asiduo al teatro. Ello es admisible. A la luz de tales condiciones, lo que quizá sea menos admisible es escribir una obra y, habiéndola escrito, no tener ni la más remota idea al respecto. Lamentablemente, ése es mi caso. No a todo mundo le es dado poder ir del reino que se despliega en la página a ese otro de ganancias y pérdidas, y luego volver, imperturbable, como quien va del diario trajín a la ociosa charla de cantina. No sé más sobre esta obra que cualquiera que se las haya arreglado para leerla con atención. No sé con qué ánimo la escribí. No sé más acerca de los personajes que lo que ellos mismos dicen, hacen y les ocurre. En cuanto a su apariencia, creo haber dado ya lo poco que pude vislumbrar. Los bombines, por ejemplo. En cuanto a los otros dos [personajes] que aparecen hacia el final de cada uno de los dos actos, debo haberlos puesto para romper la monotonía. He mostrado ya todo aquello de lo que pude darme cuenta. No es mucho. Pero a mí me parece suficiente, más que suficiente. Incluso, diría que pude haberla hecho mejor con menos. En cuanto a la idea de encontrar en todo esto un significado más amplio y más profundo que pueda llevarse a casa después de la función, junto con el programa de mano y el palito de la paleta, no veo el caso de hacerlo. No obstante, puede hacerse. Ya no estoy involucrado en el asunto y nunca volveré a estarlo. Estragón, Vladimir, Pozzo y Lucky, su tiempo y su espacio: si me las arreglé para familiarizarme ligeramente con ellos fue sólo porque pude mantenerme lejos de la necesidad de comprender. Tal vez a ti puedan darte respuestas. Déjalos arreglárselas por sí mismos. Sin mí. Ellos y yo hemos terminado.
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