04 marzo, 2017

Fragmentos de obras de Jean Paul Sartre

La náusea, (fragmento)
Jean Pul Sartre
de Jean Paul Sartre

Me levanto sobresaltado; si por lo menos pudiera dejar de pensar, ya sería mejor. Los pensamientos son lo más insulso que hay. Más insulso aún que la carne. Son una cosa que se estira interminablemente, y dejan un gusto raro. Y además, dentro de los pensamientos están las palabras, las palabras inconclusas, las frases esbozadas que retornan sin interrupción: "Tengo que termi...yo ex...Muerto...M. de Roll...ha muerto...No soy...Yo ex..." Sigue, sigue, y no termina nunca. Es peor que lo otro, porque me siento responsable y cómplice. Por ejemplo, yo alimento esta especie de rumia dolorosa: existo. Yo. El cuerpo, una vez que ha empezado, vive solo. Pero soy yo quien continúa, quien desenvuelve el pensamiento. Existo. Pienso que existo. ¡Oh, que larga serpentina es esa sensación de existir! Y la desenvuelvo muy despacito...¡Si pudiera dejar de pensar! Intento, lo consigo: me parece que la cabeza se me llena de humo...y vuelve a empezar: "Humo...no pensar...no quiero pensar. No tengo que pensar que no quiero pensar. Porque es un pensamiento". ¿Entonces no se acabará nunca?
Yo soy mi pensamiento, por eso no puedo detenerme. Existo porque pienso...y no puedo dejar de pensar. En este mismo momento - es atroz - si existo es porque me horroriza existir. Yo, yo me saco de la nada a la que aspiro; el odio, el asco de existir son otras tantas maneras de hacerme existir, de hundirme en la existencia. Los pensamientos nacen a mis espaldas, como un vértigo, los siento nacer detrás de mi cabeza..., si cedo se situarán aquí delante, entre mis ojos, y sigo cediendo, y el pensamiento crece, crece, y ahora, inmenso, me llena por entrero y renueva mi existencia.

El ser y la Nada
“El Ser Humano y la Libertad”  (Fragmento).-

El estudio de la voluntad ha de permitirnos, al contrario, adelantarnos más en la comprensión de la libertad. La voluntad es necesariamente negatividad y potencia de nihilización, si ha de ser libertad. lejos de ser la voluntad la manifestación única o, por lo menos, privilegiada de la libertad, supone, al contrario, como todo acaecimiento del para-sí, el fundamento de una libertad originaria para poder constituirse como voluntad. La voluntad, en efecto, se pone como decisión reflexiva con relación a ciertos fines. Pero estos fines no son creados por ella. La voluntad es más bien una manera de ser con respecto a ella: decreta que la prosecución de esos fines será reflexiva y deliberada. La pasión puede poner los mismos fines.  La realidad humana no puede recibir sus fines, como hemos visto, ni de afuera ni de una pretendida “naturaleza” interior. Ella los elige, y, por esta elección misma, les confiere una existencia trascendente como límite externo de sus proyectos. Desde este punto de vista – y si se comprende claramente que la existencia del Dasein precede y condiciona su esencia-, la realidad humana, en y por su propio surgimiento, decide definir su ser propio por sus fines. Así, pues, la posición de mis fines últimos caracteriza a mi ser y se identifica con el originario brotar de la libertad que es mía. Y ese brotar es una existencia: nada tiene de esencia o de propiedad de un ser que fuera engendrado conjuntamente con una idea. Así, la libertad, siendo asimilable a mi existencia, es fundamento de los fines que intentaré alcanzar, sea por la voluntad, sea por esfuerzos pasionales. La libertad no es sino la existencia de nuestra voluntad o de nuestras pasiones, en cuanto esta existencia es nihilización de la facticidad, es decir, la existencia de un ser que es su ser en el modo de tener de serlo.  (Sartre, El Ser y la Nada, Parte IV. Cap. I).-

Que es la literatura (fragmento)
de Jean Paul Sartre

" El poeta en cada palabra, por el solo efecto de la actitud poética, realiza las metáforas en las que soñaba Picasso cuando deseaba hacer una caja de fósforos que fuera toda ella un murciélago sin dejar de ser una caja de fósforos. Florencia es ciudad, flor y mujer y es también ciudad-flor, ciudad-mujer y muchacha-flor. Y el extraño objeto que se muestra así posee la liquidez del río y el dulce ardor leonado del oro, y, para terminar, se abandona con decencia, y prolonga indefinidamente, por medio del debilitamiento continuo la e muda, su sereno regocijo saturado de reservas. A esto ha de añadirse el esfuerzo insidioso de la biografía. Para mí, Florencia es también cierta mujer, una actriz norteamericana que actuaba en las películas mudas de mi infancia y de la que he olvidado todo, salvo que era larga como un guante de baile, que siempre estaba un poco cansada y era casta, que siempre representaba papeles de esposa incomprendida y que se llamaba Florencia y yo la amaba. Porque la palabra, que arranca al prosista de sí mismo y lo lanza al mundo, devuelve al poeta, como un espejo, su propia imagen. Esto es lo que justifica la doble empresa de Leiris, quien por un lado, en su Glossaire, trata de dar a ciertas palabras una definición poética, es decir, que sea por sí misma una síntesis de implicaciones recíprocas entre el cuerpo sonoro y el alma verbal y, por otro, en una obra todavía inédita, se lanza a la busca del tiempo perdido, tomando como guías ciertas palabras especialmente cargadas para él de valor afectivo. Así, pues, la palabra poética es un microcosmos. La crisis del lenguaje que se produjo a comienzos del siglo fuen una crisis poética. Sean cuales fueren los factores sociales e históricos que la produjeron, esta crisis se manifestó por accesos de despersonalización del escritor ante las palabras. No sabía servirse de ellas y, según la célebre fórmula de Bergson, sólo las reconocía a medias; se acercaba a ellas con una sensación de extrañeza verdaderamente fructuosa: ya no le pertenecían, ya no eran para él, pero, en esos espejos desconocidos, se reflejaban el cielo, la tierra y la propia vida. Y, finalmente, se convertían en las cosas mismas o, mejor dicho, en el corazón negro de las cosas.



Citas de Jean Paul Sartre

Jean Paul Sartre
  • El hombre nace libre, responsable y sin excusas.                                                    
  • Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es.
  • El hombre está condenado a ser libre, porque una vez que está en el mundo, es responsable de todo lo que hace.
  • Como todos los soñadores, confundí el desencanto con la verdad.
  • Soñar en teoría, es vivir un poco, pero vivir soñando es no existir.
  • El mundo podría existir muy bien sin la literatura, e incluso mejor sin el hombre.
  • Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros.
  • Lo más aburrido del mal es que uno se acostumbra.
  • Felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace.
  • Desconfío de la incomunicabilidad; es la fuente de toda violencia.
  • No perdamos nada de nuestro tiempo; quizá los hubo más bellos, pero este es el nuestro.
  • Los cobardes son los que se esconden bajo las normas.
  • Basta con que un hombre odie a otro para que el odio vaya corriendo hasta la humanidad entera.
  • Cuando los ricos se hacen la guerra, son los pobres los que mueren.
  • Al querer la libertad descubrimos que ella depende enteramente de la libertad de los demás.
  • Una batalla perdida es una batalla que uno cree que ha perdido.
  • Nunca las noticias son malas para los elegidos de Dios.
  • Nadie es como otro. Ni mejor ni peor. Es otro. Y si dos están de acuerdo es por un malentendido.

Sartre y Beauvoir. La historia de una pareja

Sartre y Beauvoir. La historia de una pareja                                      Hazel Rowley
Traducción de Montse Roca.
Lumen. Barcelona, 2006. 584 páginas, 24 euros                                 


Es, una de las muchas y variadas biografías que existen sobre estos controvertidos personajes, y ha sido aprobada por la hija adoptiva de Simone de Beauvoir y, sin embargo,  rechazada por la heredera de Paul Sartre. Muestra, una vez más, los muchos aspectos contradictorios y polémicos de la vida de esta célebre pareja de escritores y los muchos entresijos de sus propias vidas personales que levantan polémica entre sus allegados.

La autora de esta nueva biografía, autorizada y desautorizada por las herederas de uno y otra, realiza una semblanza de Sartre y Simone de Beauvoir, buscando la simplificación en la forma y el dato conciso, claro y escueto, aportado por sus propios protagonistas. Con gran abundancia de datos y entrecomillados  en sus más de 500 páginas, nos permite  penetrar en las zonas más oscuras y desconocidas de unas vidas atrapadas en  el laberinto de sus relaciones amorosas,  pero sin obviar  la apasionada y controvertida  participación de ambos en la vida cultural y en los acontecimientos de su época, además de  que fueron autores de algunos de los libros más importantes del siglo XX.  Quizás, esta obra adolece de un análisis  más profundo y complejo de la personalidad humana, intelectual y literaria de esta pareja de escritores franceses, una de las más famosas de todos los tiempos.

En la magnífica y compleja biografía de Sartre, de Annie Cohen-Solal (Edhasa), la autora declaraba la dificultad de “tocar a Sartre” porque el campo de información sartriana es “denso y movible”, al tiempo que la obra del filósofo escapa a un enfoque global por lo que Cohen-Solal reconocía que acercarse a Sartre (y por tanto a Beauvoir), suponía tocar la historia del cine, la literatura, la estética, las luchas políticas, el teatro la prensa y el feminismo.

Rowley,  o se adentra en las personalidades complejas de sus protagonistas, en contra de lo que hizo Annie Chen-Solal,  en la extraordinaria y profunda biografía del binomio Sartre-Beauvoir, publicada por Edhasa, cuando declaraba la dificultad intrínseca de estudiar en toda su plenitud la figura y obra de Sartre,  porque es ésta “abundante, proteiforme, inconclusa y abierta”, ya que si se estudia su bagaje intelectual y su influencia en la vida cultural de su época, habría que estudiar la historia del cine, la literatura, la estética,  el teatro, las luchas políticas y sociales de su tiempo y el movimiento feminista del que fue una abanderada Simone de Beauvoir. Sin embargo, Rowley  realiza una visión con perspectiva distinta, ya que realiza una exposición del prolijo y variado anecdotario privado de esta pareja singular,  y reemplaza el análisis profundo y comprensivo de sus vidas y obras,  a través de sus múltiples, apasionados y, muchas veces, tormentosos romances, amores y aventuras, aunque la biógrafa haga este recorrido con seriedad, rigor y objetividad, sin realizar ningún juicio de valor sobre los datos expuestos, dejando esa posibilidad a los lectores de juzgar a los protagonistas de la historia vital y artística más apasionante del siglo XX.

Por  sus paginas , deambulan una serie de personajes y nombres, todos ellos relacionados sentimental o familiarmente con Sartre o Beauvoir o con ambos, al mismo tiempo, como es el caso de Arlette Ekaïm, primero amante de Sartre y después se convirtió en su hija adoptiva, o  Sylvie Le Bon, la hija adoptiva de Beauvoir, y que también fue primero su amante y, después, adoptada por la escritora, ambas amantes de Sartre y también de Beauvoir, de forma simultánea o sucesiva, entre otros muchos nombres que no se pueden relacionar por su extensión y variedad.

Por ello,  Hazel Rowley pone todo su acento sobre los muchos y complejos nudos de relaciones amorosas y familiares, aunque se trate de una familia rara con toques incestuosos, y en el asombroso desfile de datos sobre la escandalosa vida sexual de sus protagonistas, datos que revelan que eran infieles, mentirosos, promiscuos y contradictorios en su vida íntima, la que queda expuesta ante la mirada de todos en  su desnuda crudeza, y a la que define la propia frase escrita por Beauvoir que resume y explica su propia actitud ante el mundo:”Nada nos limitaba, nada nos definía, nada nos esclavizaba”. 

La obra de referencia no dejará indiferente a los lectores porque en ella se expone, como en un rico caleidoscopio, la visión de unas vidas apasionadas que se manifiestan  mostrando la parte oscura, lúbrica y secreta,  de dos destinos unidos en una misma pasión por aunar el arte, la vida y la búsqueda del placer en una simbiosis total en la que se borran los límites y se traspasan todas las fronteras.

24 mayo, 2016

HARPER LEE

Harper Lee

Harper Lee, escritora

Harper Lee, la autora de "Matar a un ruiseñor", ha muerto a los 89 años, el pasado 19 de febrero.  El fallecimiento  se produjo en Monroeville (Alabama, EE.UU) su localidad natal y el escenario donde transcurrió su famosa novela;  lugar también elegido por la autora para recluirse allí y apartarse del mundo hace muchos años y en el que se encontraba recluida en una residencia de ancianos, pues nunca contrajo matrimonio ni tuvo hijos.

Harper Lee nacio el 28 de abril de 1926   en Monroeville, una pequeña localidad situada en el estado norteamericano de Alabama (Estados Unidos). Al, igual que la protagonista de su famosa novela ya citada, era hija de un abogado y descendiente del famoso general Robert E. Lee.
           
Estudió Derecho en Alabama hasta 1949. Más tarde, se trasladó a Nueva York en compañía de Truman Capote, su amigo de la infancia y vecino de Harper y su familia en Monroeville y que fue, más tarde, el famoso escritor. Harper iba con el propósito de trabajar en una compañía aérea, aunque tenía una fuerte vocación literaria como la de su amigo, Truman Capote, que también trataba de convertirse en un escritor de renombre y llegó a ser uno de los escritores más importantes de la literatura norteamericana de la segunda mitad del siglo XX. Cuando ambos llegaron juntos a Nueva York, esta metrópolis vivía la edad de oro de la literatura de Manhattan, época en la que las revistas pagaban altas sumas por los relatos a publicar y era un mundo literario en el que ambos lucharon por hacerse un nombre literario, Lo consiguieron los dos, aunque Harper Lee se retiró de la vida literaria poco después, dejó de dar entrevistas y se encerró en sí misma en su pueblo natal. Nadie sabe los motivos de ese ostracismo, de esa retirada de la vida pública que ha durado hasta su muerte.
           
Su novela "Matar un risueñor" fue publicada en 1960, novela primera e iniciática, de inspiración autobiográfica y ambiente sureño, por la que ganó el Premio Pulitzer.
           
La novela narra la historia del abogado, viudo, Atticus Finch, que se juega su respetabilidad y prestigio por defender a un hombre negro acusado injustamente de haber violado a una muchacha blanca. La voz que narra la historia es la hija del abogado protagonista de la novela. Esta  historia fue llevada al cine por Robert Mulligan, y   protagonizada por Gregory Peck, con un notable éxito.

Después de esta novela, Harper Lee, que no concedía entrevistas ni solía aparecer en público, no volvió a escribir otro libro, regresando a vivir a su localidad natal donde ha fallecido.

El éxito arrollador de "Matar un ruiseñor" está considerado un enigma por la sencillez de la novela, tanto en lo que se refiere a la trama como a su estructura narrativa, que cautivó a millones de lectores y se convirtió en un referente en la cultura popular de Estados Unidos y también obtuvo un gran éxito en todo el mundo.

El ensayo escrito por Harold Bloom sobre esta novela y su sorprenden éxito, afirmaba que su éste se debía a que había tratado un tema candente en la sociedad americana de la época en la que fue escrita la novela, como era el de los derechos civiles de la población negra y la segregación racial. Además, había un elemento fundamental en esta obra que era la inocencia como protagonista y el valor de la generosidad, siendo estas cualidades fundamentales para los americanos que las consideran pilares en los que se sustenta la propia historia de su país.

También se le encuentran reminiscencias y similitudes entre el mundo en el que transcurre "Matar a un ruiseñor" y el que servía de telón de fondo de las historias narradas por Williams Faulkner, el condado de Yoknapatawpha, ya que ambos representan a la sociedad sureña de Estados Unidos con semejantes personajes, paisajes similares e idénticos problemas. La única diferencia existente entre ambos mundos narrativos y reales, era que la visión de Faulkner era mucho más pesimista y sombrío que la visión de Harper Lee que describe a su mundo narrativo, pero no menos real, con tintes más luminosos o  menos oscuros y,  de ahí, la mayor inocencia de su novela.

Harper Lee era una mujer extraña, solitaria, a pesar del éxito recibido a la que, quizás, nadie la ha conocido realmente. Nunca explicó los motivos de su retirada del mundo literario de Nueva York y su confinamiento en su pueblo natal.

A pesar de su enigmática retirada, el año pasado apareció una segunda parte de "Matar un ruiseñor", que lleva el título "Ve y pon un centinela" con gran sorpresa de los lectores, después de tan largo silencio de 55 años. En esta obra se recuerda la trama de la primera a la que sirve de continuación. Quizás, los últimos acontecimientos de violencia racial en los Estados Unidos han creado un clima propicio para publicar esta segunda parte en la que el tema de la discriminación racial es el verdadero telón de fondo al igual que de la primera. Esta segunda novela no desmerece a la primera, por lo que se le puede considerar el éxito póstumo de una escritora que se hizo famosa y ganó el Premio Pulitzer, el más prestigioso de la literatura norteamericana, con una sola obra publicada y que se despidió de este mundo y sus lectores con una segunda novela como continuación de la primera.
            Insólita escritora y extraña mujer a la que la fama le sonrió rápidamente y a la que pareció desdeñar con igual rapidez, prefiriendo vivir en el mundo al que conocía bien por haber nacido en él y al que describió con sencillez y sinceridad en su novela "Matar un ruiseñor" que aún sigue en la memoria de todos los lectores.



28 noviembre, 2015

VIRGINIA WOOLF


Virginia Woolf, innovadora de la novela moderna

Virginia Woolf, escritora

Hace cien años que se publicó la primera novela  Fin de viaje , de Virginia Woolf, en la que aparece nítidamente el intento de la novelista por romper con la novela tradicional, por lo que es considerada una de las renovadoras de la novela moderna junto a figuras como James Joyce, Franz Kafka o Thomas Mann.
Virginia Woolf (1882-1941), novelista y crítica británica, se hizo famosa por su depurada técnica del monólogo interior de los personajes en el que intentaba plasmar los pensamientos e ideas que provienen del subconsciente y por su  exquisito estilo poético que fueron sus principales aportaciones a la novela moderna.
Su verdadero nombre era Adeline Virginia Stephen, hija de sir Leslie Stephen, distinguido crítico, biógrafo, filósofo  e historiador, Por ese motivo Virginia se educó en un ambiente culto y refinado, frecuentado por literatos, artistas e intelectuales.
A raíz de morir su padre, en 1905, se trasladó a vivir con su hermana Vanessa –quien se casaría más tarde con el crítico Olive Bell- y sus dos hermanos, en el barrio londinense de Bloombury, lugar que se convertiría en lugar frecuentado por librepensadores, y antiguos compañeros de estudios de sus hermanos, entre los que  se contaban intelectuales de  renombre como eran, el economista J. M. Keynes y los filósofos Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, y el escritor E. M. Forster, entre otros, además del propio Olive Bell, quien sería su cuñado, y el  economista Leonard Woolf con quien contraería matrimonio Virginia, en 1912, y adoptaría a partir de entonces su apellido. Grupo sería conocido después como el grupo de Bloomsbury. Los miembros del mismo tenían como nexo común en el plano intelectual la búsqueda del conocimiento y del placer estético,  a la que consideraban como el fin más elevado al que pueda aspirar el ser humano,  además  de hacer gala todos ellos de un patente anticonformismo político  estético y moral.
En 1917 fundó junto a su marido la editorial Hogart.Press, editorial que publicaría la que editó la obra de la propia Virginia y la de otros  famosos escritores, como T. S. Eliot, Katherine Mansfield, o S. Freud. Sus primeras novelas fueron Fin de viaje (1915) , Noche y día (1919) y El cuarto de Jacob (1922), en las que se hace patente la decisión de la autora de romper con las normas narrativas de la novelística inglesa anterior, sobre todo en lo relacionado con la hasta entonces obligada sujeción al argumento de los personajes y actos, y la correspondiente descripción de ambientes y personajes de la trama que era obligada,  técnica narrativa que se encontraba así encorsetada en dicha estructura rígida y fijada por los cánones literarios anteriores. Estos primeros intentos de novedosa técnica narrativa no recibieron apenas atención por parte de la crítica.
Fue a partir de la publicación de sus novelas siguientes La señora Dalloway (1925) y Al faro (1927), esta última novela considerada  clave del modernismo y de consagración de su autora en  la nueva novela del siglo XX, además de estar considerada como su obra más autobiográfica,  cuando consiguió el reconocimiento de la crítica que alabó la originalidad de su obra y sus recursos narrativos en los que la vida interior de los personajes es determinante para conseguir los efectos psicológicos gracias al uso de imágenes, metáforas y símbolos más cercanos a la poesía que a la narrativa. Todo la narración de cada una de sus obras se haya impregnada de la exposición de las emociones, ideas y sentimientos de los personajes que expresan, a través de un continuo monólogo interior que les concede tanto a los seres que habitan en esas obras como a las circunstancias normales y cotidianas, un matiz singular  que los convierte a unos y otras en seres y sucesos extraordinarios.
Ese interés proustiano por el tiempo y su devenir que tanto la influencia, se aprecia en la obra La señora Dalloway que transcurre en un lapso de tiempo de doce horas que se manifiesta en los continuos cambios que se van produciendo en el interior de los personajes y en su percepción que tienen ellos mismos, de quienes los rodean, y de su propios y personales mundos multifacéticos.
Las siguientes obras  ofrecen un estilo más afianzado y personal como son Las olas (1931) que es la que ofrece un estilo más sutil y depurado y presenta los continuos cambios en la vida interior de seis personajes, al igual que los flujos y reflujos del oleaje se producen esas oleadas preconscientes en la conciencia de aquellos, que van expresando en un lenguaje que nada tiene que ver con el tradicional y lógico de obras más convencionales, y de ahí su título;  y Orlando (1928) que está inspirada en la vida de su amiga Vita Sckville-West, también escritora, en la que la historia está aureolada de fantasía y su protagonista vive cinco siglos de la historia inglesa, pero, a su vez, es un agudo análisis del sexo, la identidad y la creatividad.
En su obra se advierte la desaparición  del argumento, la acción y la correspondiente intriga en el desarrollo de la trama, por lo que sus narraciones se basan y justifican en el deseo de mostrar la vida anímica, psicológica y mental de los personajes, en un continuo cambio que provoca la  inquieta vida interior y la siempre inaprehensible conciencia.
Se advierte en su narrativa una fuerte influencia del filósofo francés Henri Bergson, así como del escritor francés Marcel Proust, como se dice anteriormente, que la inclinó hacia profundizar en la idea del tiempo y sus múltiples vericuetos, así como de su propio marido, Leonard Woolf.
            Virginia Woolf no sólo escribió obras de narrativa, sino también biografías: una desenfadada narración de la vida de los Browning, cuyo narrador es su perro (Flush); y, otra, sobre el crítico Robert Fry (Fry). Además, escribió ensayos y en estos mostraba su preocupación por la condición femenina y el necesario apoyo social para construir y afianzar la identidad de la mujer, además de defender la aportación de la mujer escritora en su obra Una habitación propia (1929).
            Otros elementos valiosísimos para poder llegar a conocer a esta escritora son su correspondencia y diarios que fueron publicados después de su trágica muerte y que sirven de objeto de estudios tanto para los estudiosos de su obra como para los lectores que deseen conocer mejor la subyugante personalidad de esta escritora.
            Además de su obra de narrativa, ensayística y biográfica, fue una respetada crítica literaria. Fue una constante defensora de la condición femenina y las relaciones de la mujer con el arte y la literatura, tema que fue motivo de reflexión en algunos de sus ensayos, entre los que destaca, por la importancia que tuvo después para los movimientos feministas, Una habitación propia (1932) antes citado. También su obra de narrativa estuvo inspirada en el tema de la identidad femenina como es el caso de la enigmática obra Orlando (1928), en la que la condición masculina y femenina se confunden en la figura del noble protagonista que posee el extraño poder de transformarse en mujer a su voluntad y volver a su condición masculina según su deseo.
            Algunas de sus obras han sido llevadas al cine y su propia vida también protagonizada por Elizabeth Taylor y Richard Burton, en la que se ofrece la tormentosa relación del matrimonio Woolf, que no parece reflejar la realidad vivida por Virginia y su marido, sobre todo después de leer su correspondencia y la carta que dejó explicando su deseo de morir.
            El 29 de marzo de 1941, en plena crisis de la enfermedad mental que padecía desde hacía años, quizás manifestada a raíz de la prematura muerte de su madre cuando Virginia sólo tenía trece años, y por la que había sido ingresada en varias ocasiones a lo largo de su vida, salió de su casa de campo y desapareció hasta que fue encontrado su cadáver , días después, en el río Ouse en el que había muerto ahogada en un deseo de acabar con su vida, tal como dejo escrito en unas cartas dirigidas a su marido y a su hermana, explicando los motivos. No era la primera vez que lo había intentado, pues días antes había regresado a su casa con la ropa mojada y  con la excusa de que había caído en el río accidentalmente. Ese día, quizás, no tuvo valor para llevar a cabo su letal propósito que consumó días después.
            El motivo de su suicidio está explicado en su carta de despedida a su marido con el que no tuvo hijos por decisión de la pareja ante los problemas mentales de la escritora diagnosticada como bipolar. Su carta es expresiva y clarificadora al respecto, pero es mejor que la escritora lo explique:
            Querido:
Estoy segura de que me vuelvo loca de nuevo. Creo que no puedo pasar por otra de esas espantosas temporadas. Esta vez no voy a recuperarme. Empiezo a oír voces y no puedo concentrarme. Así que estoy haciendo lo que me parece mejor. Me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todos los aspectos todo lo que se puede ser. No creo que dos personas puedan haber sido más felices hasta que esta terrible enfermedad apareció. No puedo luchar más. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y sé que lo harás. Verás que ni siquiera puedo escribir esto adecuadamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte que… Todo el mundo lo sabe. Si alguien pudiera haberme salvado, habrías sido tú. No me queda nada excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo.
No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que lo hemos sido nosotros.
V."
Su trastorno mental que se manifestó desde la muerte de su padre, el incesto del que fue víctima por parte de uno de sus hermanastros, su propia condición de mujer en una época en la que ésta estaba irremediablemente  relegado a su función de ama de casa y madre de familia sin ninguna proyección social ni intelectual, a pesar del triunfo y del éxito del que Virginia Woolf disfrutó pese a no haber podido asistir a la Universidad, porque esa oportunidad se la dieron a sus hermanos varones, pero ni ella ni su hermana recibieron estudios universitarios; además de una latente homosexualidad nunca confesada por la escritora, pero la que parece ser la explicación de su amistad íntima y sensual con la escritora Vita Sckville-West que, aunque nunca fue demostrada, hay indicios de que tuvo un carácter mucho más sentimental y sexual del que la mera amistad entre mujeres puede hacer pensar, como así reconoció un hijo de Vita que afirmaba que su madre y Virginia Woolf fueron amantes.
Todos estos elementos fueron determinantes para que una mujer que gozaba del triunfo, del reconocimiento de la crítica y del público y de una desahogada posición social y económica, la llevaran hasta el punto en el que no podía seguir viviendo porque se consideraba un lastre para su marido a quien, a pesar del amor que le confesaba, llegó a agredir físicamente en algunas de sus crisis nerviosas. Todo esto la llevó hasta la muerte voluntariamente, porque en ella podría encontrar la paz y el descanso que le eran negados en una vida en la que, a pesar del oropel que la rodeaba, se sentía sólo una mujer en un mundo de hombres como una figura delicada y frágil, inmersa en una sociedad cuyos valores estéticos y morales le parecían obsoletos y hechos sólo para el disfrute de los varones a costa de la renuncia a la realización intelectual y personal de toda mujer que, a pesar del reconocimiento del extraordinario talento que Virginia Woolf tenía, y por eso mismo, era consciente de que tenía unos raros  privilegios que disfrutaba y que le eran negados a la inmensa mayoría  silenciosa de las mujeres a las que quería dar voz en la lucha por su propia identidad femenina que la convirtió en una adalid del movimiento feminista y a formar parte del parnaso de los escritores más importantes del siglo XX.

Bibliografía:
Virginia Woolf: la vida por escrito, Irene Chikiar Bauer, Taurus, 2015  (La mejor biografía de esta autora, escrita en español y la más completa. De Imprescindible lectura).
“Virginia Woolf, una biografía corta” , Nigel Nicolson (Ed. Mondadori).
“Virginia Woolf, una biografía”, Quentin Bell (Ed. Lumen).





Traductor

DEAN KOONTZ, EL ESCRITOR QUE PREDIJO EL COVID_19

Dean Koontz D ean R. Koontz El escritor que predijo en su novela “Los ojos de la oscuridad”, la pandemia del coronavirus “alrededor de 202...