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13 mayo, 2014

Amargura para tres sonámbulos (relato)

Gabriel García Márquez


Ahora la teníamos allí, abandonada en un rincón de la casa. Alguien nos dijo, antes de que trajéramos sus cosas —su ropa olorosa a madera reciente, sus zapatos sin peso para el barro— que no podía acostumbrarse a aquella vida lenta, sin sabores dulces, sin otro atractivo que esa dura soledad de cal y canto, siempre apretada a sus espaldas. Alguien nos dijo —y había pasado mucho tiempo antes de que lo recordáramos— que ella también había tenido una infancia. Quizás no lo creímos, entonces. Pero ahora, viéndola sentada en el rincón, con los ojos asombrados, y un dedo puesto sobre los labios, tal vez aceptábamos que una vez tuvo una infancia, que alguna vez tuvo el tacto sensible a la frescura anticipada de la lluvia, y que soportó siempre de perfil a su cuerpo, una sombra inesperada.

Todo eso —y mucho más— lo habíamos creído aquella tarde en que nos dimos cuenta de que, por encima de su submundo tremendo, era completamente humana. Lo supimos, cuando de pronto, como si adentro se hubiera roto un cristal, empezó a dar gritos angustiados; empezó a llamarnos a cada uno por su nombre, hablando entre lágrimas hasta cuando nos sentamos junto a ella, nos pusimos a cantar y a batir palmas, como si nuestra gritería pudiera soldar los cristales esparcidos. Sólo entonces pudimos creer que alguna vez tuvo una infancia. Fue como si sus gritos se parecieran en algo a una revelación; como si tuvieran mucho de árbol recordado y río profundo, cuando se incorporó, se inclinó un poco hacia adelante, y todavía sin cubrirse la cara con el delantal, todavía sin sonarse la nariz y todavía con lágrimas, nos dijo: “No volveré a sonreír”.

Salimos al patio, los tres, sin hablar, acaso creíamos llevar pensamientos comunes. Tal vez pensamos que no sería lo mejor encender las luces de la casa. Ella deseaba estar sola —quizás—, sentada en el rincón sombrío, tejiéndose la trenza final, que parecía ser lo único que sobreviviría de su tránsito hacia la bestia.

Afuera, en el patio, sumergidos en el profundo vaho de los insectos, nos sentamos a pensar en ella. Lo habíamos hecho otras veces. Podíamos haber dicho que estábamos haciendo lo que habíamos hecho todos los días de nuestras vidas.

Sin embargo, aquella noche era distinto; ella había dicho que no volvería a sonreír, y nosotros que tanto la conocíamos, teníamos la certidumbre de que la pesadilla se había vuelto verdad. Sentados en un triángulo la imaginábamos allá adentro, abstracta, incapacitada, hasta para escuchar los innumerables relojes que medían el ritmo, marcado y minucioso, en que se iba convirtiendo en polvo: “Si por lo menos tuviéramos valor para desear su muerte”, pensábamos a coro.

Pero la queríamos así, fea y glacial como una mezquina contribución a nuestros ocultos defectos.

Éramos adultos desde antes, desde mucho tiempo atrás. Ella era, sin embargo, la mayor de la casa. Esa misma noche habría podido estar allí, sentada con nosotros, sintiendo el templado pulso de las estrellas, rodeada de hijos sanos. Habría sido la señora respetable de la casa si hubiera sido la esposa de un buen burgués o concubina de un hombre puntual. Pero se acostumbró a vivir en una sola dimensión, como la línea recta, acaso porque sus vicios o sus virtudes no pudieran conocerse de perfil. Desde varios años atrás ya lo sabíamos todo. Ni siquiera nos sorprendimos una mañana, después de levantados, cuando la encontramos boca abajo en el patio, mordiendo la tierra en una dura actitud estática. Entonces sonrió, volvió a mirarnos, que había caído desde la ventana del segundo piso hasta la dura arcilla del patio y había quedado allí, tiesa y concreta, de bruces al barro húmedo. Pero después supimos que lo único que conservaba intacto era el miedo a las distancias, el natural espanto frente al vacío. La levantamos por los hombros. No estaba dura como nos pareció al principio. Al contrario, tenía los órganos sueltos, desasidos de la voluntad, como un muerto tibio que no hubiera empezado a endurecerse.

Tenía los ojos abiertos, sucia la boca de esa tierra que debía saberle ya a sedimento sepulcral, cuando la pusimos de cara al sol y fue como si la hubiéramos puesto frente a un espejo. Nos miró a todos con una apagada expresión sin sexo, que nos dio —teniéndola ya entre mis brazos— la medida de su ausencia. Alguien nos dijo que estaba muerta; y se quedó después sonriendo con esa sonrisa fría y quieta que tenía durante las noches cuando transitaba despierta por la casa. Dijo que no sabía cómo llegó hasta el patio. Dijo que había sentido mucho calor, que estuvo oyendo un grillo penetrante, agudo, que parecía (así lo dijo) dispuesto a tumbar la pared de su cuarto, y que ella se había puesto a recordar las oraciones del domingo, con la mejilla apretada al piso de cemento.

Sabíamos, sin embargo, que no podía recordar ninguna oración, como supimos después que había perdido la noción del tiempo cuando dijo que se había dormido sosteniendo por dentro la pared que el grillo estaba empujando desde afuera, y que estaba completamente dormida cuando alguien cogiéndola por los hombros, apartó la pared y la puso a ella de cara al sol.

Aquella noche sabíamos, sentados en el patio, que no volvería a sonreír. Quizá nos dolió anticipadamente su seriedad inexpresiva, su oscuro y voluntarioso vivir arrinconado. Nos dolía hondamente, como nos dolía el día que la vimos sentarse en el rincón adonde ahora estaba; y le oímos decir que no volvería a deambular por la casa. Al principio no pudimos creerle. La habíamos visto durante meses enteros transitando por los cuartos a cualquier hora, con la cabeza dura y los hombros caídos, sin detenerse, sin fatigarse nunca. De noche oíamos su rumor corporal, denso, moviéndose entre dos oscuridades, y quizás nos quedamos muchas veces, despiertos en la cama, oyendo su sigiloso andar, siguiéndola con el oído por toda la casa. Una vez nos dijo que había visto el grillo dentro de la luna del espejo, hundido, sumergido en la sólida transparencia y que había atravesado la superficie de cristal para alcanzarlo. No supimos, en realidad, lo que quería decirnos, pero todos pudimos comprobar que tenía la ropa mojada, pegada al cuerpo, como si acabara de salir de un estanque. Sin pretender explicarnos el fenómeno resolvimos acabar con los insectos de la casa; destruir los objetos que la obsesionaban. Hicimos limpiar las paredes, ordenamos cortar los arbustos del patio, y fue como si hubiéramos limpiado de pequeñas basuras el silencio de la noche. Pero ya no la oíamos caminar, ni la oíamos hablar de grillos, hasta el día en que, después de la última comida, se quedó mirándonos, se sentó en el suelo de cemento todavía sin dejar de mirarnos, y nos dijo: “Me quedaré aquí, sentada”; y nos estremecimos, porque pudimos ver que había empezado a parecerse a algo que era ya casi completamente como la muerte.

De eso hacía ya mucho tiempo y hasta nos habíamos acostumbrado a verla allí, sentada, con la trenza siempre a medio tejer, como si se hubiera disuelto en su soledad y hubiera perdido, aunque se le estuviera viendo, la facultad natural de estar presente. Por eso ahora sabíamos que no volvería a sonreír; porque lo había dicho en la misma forma convencida y segura en que una vez nos dijo que no volvería a caminar. Era como si tuviéramos la certidumbre de que más tarde nos diría: “No volveré a ver” o quizá: “No volveré a oír” y supiéramos que era lo suficientemente humana para ir eliminando a voluntad sus funciones vitales, y que, espontáneamente, se iría acabando sentido a sentido, hasta el día en que la encontráramos recostada a la pared, como si se hubiera dormido por primera vez en su vida. Quizás faltaba mucho tiempo para eso, pero los tres, sentados en el patio, habríamos deseado aquella noche sentir su llanto afilado y repentino, de cristal roto, al menos para hacernos la ilusión de que habría nacido un (una) niña dentro de la casa. Para creer que había nacido nueva.


15 octubre, 2013

ALVARO MUTIS


por AnaAlejandre
Álvaro Mutis, poeta y novelista.

          

Álvaro Mutis Jaramillo, nombre completo del novelista y poeta colombiano, nació en Bogotá (Colombia), el 25 de agosto de 1923, día de la festividad de San Luís IX de Francia, santo de quien el escritor afirma haber recibido una gran influencia que explica su sincera adhesión monárquica.

La familia se traslada a Bélgica en 1925 por motivos profesionales de su padre, cuando Mutis contaba dos años de edad. En la capital belga, Bruselas, realizó sus primeros estudios hasta la edad de nueve años, en el colegio jesuita de Saint-Michel, porque fallece su padre en plena juventud, con sólo 33 años, y ese año es cuando su madre decide regresar a Colombia para hacerse cargo de la hacienda de Coello. Mutis dice haber heredado de su progenitor "el gusto por los buenos vinos y la buena cocina, por la tertulia y los buenos libros y también su admiración por Napoleón".

De manera intermitente, tanto en vacaciones como en temporadas más largas, Mutis volvía a Colombia, viviendo en esas etapas en una finca cafetera y cañera, fundada por su abuelo materno, sita en el corregimiento de Coello-Cocora, próxima a Ibagué (Tolima), en las estribaciones de la Cordillera Central, tierra que según afirma el propio autor es la que le ha inspirado toda su obra, sin excepción alguna.

El regreso a su tierra natal supuso para Mutis una gran sensación de desarraigo, porque Bélgica y, por ende, Europa, era su lugar de residencia, de formación y donde recibía toda la influencia cultural europea, mientras que Colombia sólo representaba el lugar donde pasar las vacaciones, tierra provisional de la que siempre regresaba. En la Universidad de Rosario, Bogotá, intentó finalizar el Bachillerato, donde conoció a quien fue su profesor de literatura española, el poeta colombiano Eduardo Carranza, cuyas clases fueron la mejor iniciación a la poesía. A pesar de su intento de graduarse como bachiller, fracasó por su dedicación a la poesía y su afición a los billares, por lo que nunca llegó a conseguir el título.

La influencia de los continuos viajes que hacía la familia desde Bélgica hasta Colombia se advierte en toda su obra, quedándole la fascinación que siempre mostró hacia el mar, los barcos y el viaje, en general, por los que realizaba continuamente desde Belgica a Colombia en barcos que eran mitad de pasajeros y mitad de carga.

Contrajo matrimonio con Mireya Durán Solano, en 1941, con quien tendrá tres hijos. Al año siguiente empezó a trabajar de periodista en la emisora de radio Nuevo Mundo, donde sustituye a Eduardo Zalamea Borda.

Desde muy joven comenzó a colaborar en revistas literarias, entre las que destaca Mito, publicación que dirigía Jorge Gaitán Durán, y publicó su primer poemario La balanza (1947), en colaboración con Carlos Patino, aunque anteriormente había publicado sus poemas en el periódico El Espectador.

Los elementos del desastre (1953), su segundo poemario, es la obra en la que surge por primera vez su personaje Maqroll el Gaviero, personaje que está considerado uno de los más importantes de la literatura en lengua española del siglo XX.

Contrae un segundo matrimonio, en 1954, con María Luz Montané, unión de la que nace su hija María Teresa.

Debido a una demanda de la multinacional Esso, de la que era jefe de relaciones públicas, por malversación de fondos dedicados a obras de caridad y que Mutis utilizaba para ayudar a conocidos que tenían problemas con el régimen del dictador Rojas Pinilla, tuvo que emigrar a México urgentemente, en 1956, ayudado por sus hermano Leopoldo, Casimiro Eiger y Álvaro Castaño Castillo. Allí se instaló definitivamente en la capital de dicho país hasta el día de su muerte, con la única ayuda de dos cartas de recomendación dirigidas, una, a Luís Buñuel y, otra, a Luís de Llano, los que le abrieron las puertas para entrar a trabajar como ejecutivo de una empresa de publicidad, y pasar después a promotor de producción y vendedor de publicidad para televisión. En el ambiente cultural mexicano conoció a los que fueron sus mejores amigos en dicho país: Octavio Paz, Carlos Fuentes, Luís Buñuel, antes citado y Emilio García Riera, entre otros muchos.

Cuando llevaba tres años residiendo en Méjico, la Interpol lo detuvo y fue internado durante 15 meses en la cárcel preventiva de Lecumberri, conocida con el siniestro nombre de "El palacio negro". Su experiencia carcelaria transformó profundamente su visión del sufrimiento y la desdicha humana, de cuya experiencia nació, en 1960, su obra en prosa Diario de Lecumberri, que fue el inicio de su dedicación a la prosa.

Contrae matrimonio un nuevo matrimonio con Carmen Miracle Feliú, en 1966.

Su novela La mansión de Araucaíma (1973) la escribió en un afán de demostrar a Luis Buñuel que era posible escribir una novela gótica situada en el ardiente trópico, sin tener necesidad de que el escenario de la narración fuera un país de frío y brumas, con tenebrosos castillos medievales. Buñuel se sintió muy interesado por dicha obra y, aunque la consideró un proyecto futuro para realizar una película, sin embargo ésta nunca llegó a rodarla.

Recibe el Premio Nacional de Letras de Colombia, en 1974, primer galardón importante a su obra, de los muchos que recibiría a lo largo de su carrera literaria.

A partir de 1978 comenzó a escribir novela, pero no consiguió el reconocimiento popular hasta 1986, año en el que publicó su primera novela en la que el personaje central era Maqroll el Gaviero, con el título de La nieve del Almirante, con la que inició una etapa de éxitos y premios importantes.

A partir del momento de su jubilación, en 1988, se dedica completamente a la lectura y la escritura. En ese mismo año, se publica en España su novela Ilona llega con la lluvia. Al año siguiente, le conceden en Méjico el Premio Xavier Villaurrutia y le condecoran con la Orden del Águila Azteca.

En España se publica su novela Un bel morir y también La última escala del "Tramp Steamer" (1990). Francia le otorga el premio Médicis Étranger por sus novelas La nieve del Almirante e Ilona llega con la lluvia. Además, el Gobierno francés le concede la Orden de las Artes y las Letras en el grado de Caballero, sumándose así estos premios y galardones a los muchos recibidos por Mutis.

Su novela Amirbar (1990) es publicada simultáneamente en en España y Colombia. Recibe también el premio Nonino al mejor libro extranjero publicado en Italia. Al año siguiente publica la novela Abdul Bashur, soñador de navíos.

En España, se publica, en dos volúmenes y con el título Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero, en 1993, las novelas cuyo protagonista es dicho personaje, incluyendo el título inédito hasta ese momento Tríptico de mar y tierra. Tres años más tarde, se vuelve a reeditar Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero en un único volumen.

Los poemas sobre el mismo personaje, escritos desde 1948 a 1970, se reunieron en Summa de Maqroll el Gaviero (1973). Este personaje parece que está inspirado en los que crearan Joseph Conrad o Herman Melville y es a modo de un álter ego de Mutis, un marino singular, que posee una gran calidad humana y talante aristocrático, aunque la fortuna le fuera siempre adversa.

En su obra, tanto en poesía como en narrativa, Mutis utiliza un rico lenguaje, pleno de imágenes y sugerencias que traspasan la realidad para traspasar los linderos con el más allá, teniendo al personaje de Maqroll como sempiterno testigo de vidas, tragedias, muerte y degeneración.

A su larga lista de premios se une el Premio Príncipe de Asturias de las Letras por “la originalidad y compromiso intelectual de su obra” y el Premio Reina Sofía de Poesía. Además, recibió el galardón más importante de las letras españolas, el Premio Cervantes que le es concedido en 2001 y el Premio Internacional Neustadt de Literatura, en 2002.
Fallece el 22 de septiembre de 2013 en Ciudad de México, a los 90 años de edad, a causa de un enfermedad respiratoria.

29 junio, 2012

Bibliografía de Marguerite Duras


Bibliografía                                                                                               
Marguerite Duras en plena madurez
  • Péan, Pierre (1996). Una juventud francesa: François Mitterrand, 1934-1947. Barcelona: Editorial Juventud. 84-261-2963-3.
  • Les Impudents, Plon, 1943.
  • La Vie tranquille, Gallimard, 1944.
  • Un barrage contre le Pacifique, Gallimard, 1950.
  • Le Marin de Gilbaltar, Gallimard, 1950.
  • Des petits chevaux de Tarquinia, Gallimard, 1953.
  • Des journées entières dans les arbres, Le Boa, Madame Dodin, Les Chantiers, Gallimard, 1954.
  • Le Square, Gallimard, 1955.
  • Moderato Cantabile, Les Éditions de Minuit, 1958.
  • Les Viaducs de la Seine et Oise, Gallimard, 1959.
  • Hiroshima mon amour, Gallimard, 1960.
  • L'après-midi de M. Andesmas, Gallimard, 1960.
  • Le Ravissement de Lol V. Stein, Gallimard, 1964.
  • Teatro I : les Eaux et Forêts-le Square-La Música, Gallimard, 1965.
  • Le Vice-cónsul, Gallimard, 1966.
  • L'Amante Anglaise, Gallimard, 1967.
  • Teatro II : Suzanna Andler-Des journées entières dans les arbres-Yes, peut-être-Le Shaga-Un homme est venu me voir, Gallimard, 1968.
  • Détruire, dit-elle, Les Éditions de Minuit, 1969.
  • Abahn Sabana David, Gallimard, 1970.
  • L'Amour, Gallimard, 1971.
  • « Ah! Ernesto », Hatlin Quist, 1971.
  • India Song, Gallimard, 1973.
  • Nathalie Granger, seguido de La Femme du Gange, Gallimard, 1973.
  • Le Camion, seguido de Entretien avec Michelle Porte, Les Éditions de Minuit, 1977.
  • L'Eden Cinéma, Mercure de France, 1977.
  • Le Navire Night, seguido de Césarée, les Mains négatives, Aurélia Steiner, Mercure de France, 1979.
  • Vera Baxter ou les Plages de l'Atlantique, Albatros, 1980.
  • L'Homme assis dans le couloir, Les Éditions de Minuit, 1980.
  • L'Eté 80, Les Éditions de Minuit, 1980.
  • Les Yeux verts, in les Cahiers du Cinemà, n°312-313, junio de 1980 y nueva edición, 1987.
  • Agatha, Les Éditions de Minuit, 1981.
  • Outside, Albin Michel, 1981.
  • L'Homme atlantique, Les Éditions de Minuit, 1982.
  • Savannah Bay, Les Éditions de Minuit, 1982, 2e edición aumentada 1983.
  • La Maladie de la mort, Les Éditions de Minuit, 1982.
  • Teatro III : -La Bête dans la jungle, 1984.
  • L·amant, Les Éditions de Minuit, 1984.
  • La Douleur, POL, 1985.
  • La Música deuxième, Gallimard, 1985.
  • Les Yeux bleus Cheveux noirs, Les Éditions de Minuit, 1986.
  • La Pute de la côte normande, Les Éditions de Minuit, 1986.
  • La Vie matérielle, POL, 1987.
  • Emily L., Les Éditions de Minuit, 1987.
  • La Pluie d'été, POL, 1990.
  • L'Amant de la Chine du Nord, Gallimard, 1991.
  • El verano del 80, (Trad Amelia Hernández) bid & co. editor. 2010

29 enero, 2011

Bibliografía de Jean Paul Sartre



Novelas y relatos

La náusea (La nausée, 1938)
El muro (Le mur, 1939)
El muro (Le mur)
La cámara (La chambre)
Eróstrato (Érostrate)
Intimidad (Intimité)
La infancia de un jefe (L'enfance d'un chef)
Los caminos de la libertad (Les chemins de la liberté, 1945–1949):
I: La edad de la razón (L'âge de raison, 1945)
II: El aplazamiento (Le sursis)
III: La muerte en el alma (La mort dans l'âme, 1949)
La suerte está echada (Les jeux sont faits) (1947)

Obras teatrales
Barioná, el hijo del trueno (Bariona, ou le fils du tonnerre , 1940)
Las moscas (Les mouches, 1943)
A puerta cerrada (Huis clos, 1944)
Muertos sin sepultura (Morts sans sépulture, 1946)
La puta respetuosa (La putain respectueuse, 1946)
Las manos sucias (Les mains sales, 1948)
El diablo y Dios (Le diable et le bon Dieu, 1951)
Kean (1954)
Nekrasov (1955)
Los secuestrados de Altona (Le Sequestres d'Altona, 1959)
Les Troyennes (1965)

Ensayos
Situaciones (Situations, 1947–1976):
Situaciones I: El hombre y las cosas (1947)
Situaciones II: ¿Qué es la literatura? (Qu'est-ce que la littérature?, 1948)
Situaciones III: La República del silencio: estudios políticos y literarios (1949)
Situaciones IV: Literatura y arte (1964)
Situaciones V: Colonialismo y neocolonialismo (Colonialisme et néo-colonialisme, 1964)
Situaciones VI: Problemas del marxismo 1 (Problèmes du marxisme I, 1964)
Situaciones VII: Problemas del marxismo 2 (Problèmes du marxisme II, 1965)
Situaciones VIII: Alrededor del 68 (Autour de 68, 1972)
Situaciones IX: El escritor y su lenguaje y otros textos (1972)
Situaciones X: Autorretrato a los setenta años (1976)

Obras filosóficas
La imaginación (1936)
La transcendencia del ego (1936)
Bosquejo de una teoría de las emociones (1939)
Lo imaginario. Psicología fenomenológica de la imaginación (L'imaginaire. Psychologie phénoménologique de l'imagination, 1940)
El ser y la nada (L´être et le néant, 1943)
El existencialismo es un humanismo (1945 y 1949)
Crítica de la razón dialéctica (Critique de la raison dialectique, 1960)

Crítica literaria
Baudelaire (1947)
San Genet: comediante y mártir (Saint Genet comédien et martyr, un estudio sobre Jean Genet) (1952)
El idiota de la familia (L'idiot de la famille, un estudio sobre Flaubert) (1972)
Otras obras
Reflexiones sobre la cuestión judía (1946)
El engranaje (L'Engrenage, 1948)
Las palabras (Les mots, 1964, autobiografía de su infancia).

Publicaciones póstumas
Cuadernos por una moral (Cahiers pour une morale, 1983)
Carnets de la drôle de guerre (1983)
Verdad y existencia (Vérité et existence, 1989), Paidós I.C.E. / U.A.B., Barcelona, 1996. Trad. de Alicia Puleo. Revisión de la traducción, notaAmorós.



Traductor

DEAN KOONTZ, EL ESCRITOR QUE PREDIJO EL COVID_19

Dean Koontz D ean R. Koontz El escritor que predijo en su novela “Los ojos de la oscuridad”, la pandemia del coronavirus “alrededor de 202...